Martes 13 de abril de 1993.
Inglaterra.
Londres.
Ministerio de Magia.
Oficina de aurores.
Sirius desvió un maleficio al costado usando su varita. Retrocedió con un escudo alzado frente suya, un brillo azulado hizo rebotar un aturdidor que amenazaba con derribarlo. John Dawlish no cedió en su intento, mandando un maleficio punzante al pie del mago, quien, de un brinco, lo eludió, consiguiendo derribar al auror utilizando cuerdas encantadas.
El mago derribado era un auror de rango elevado, de cabello castaño, piel clara, altura algo intimidante, y vestía con una gabardina cerrada de color café. Este fue, en su momento, uno de los mejores prospectos para auror, aunque parecía haber sido especialmente descuidado últimamente, perdiendo ya tres partidos consecutivos contra Black, el recientemente reinstaurado auror.
- Parece que te has recuperado con absoluta positividad, Sirius – El mago escuchó a su amigo recién llegado al sitio, Remus Lupin. Él vestía sus ya comunes vestimentas de auror, su placa brillaba en su pecho, encima de su corazón, con un color dorado, esa placa, mostrada en el uniforme en vez de estar guardada, lo identificaba como el protegido y guardián de la ministra. Sirius, por su parte, seguía ignorando las túnicas oficiales que se le habían dado al regresar, vistiendo su ya común traje estilo muggle, siendo, en esta oportunidad, de saco rojizo al igual que la camisa de manga larga, misma recubierta por un chaleco negro, que combinaba con los pantalones y zapatos, su varita guardada en una funda, lo único reglamentario de su uniforme que él usaba en realidad, el resto, simplemente, no le gustaba.
- Por supuesto, Moony, una simple estadía en prisión no podría conmigo, claramente soy demasiado genial para eso – Una sonrisa curvó la cara del mago, quien ahora le daba un golpe amistoso a su antaño compañero de colegio. Remus también sonrió. – si tú lo dices, yo te creo –
Ambos sonrieron y empezaron a caminar, no sin antes desatar a Dawlish, por supuesto. Los dos amigos conversaban amenamente, con Sirius contando algunas de sus anécdotas de prisión; las menos escalofriantes al menos, como una pelea a puños que había tenido con uno de los hermanos Lestrange, rompiéndole la nariz en el proceso, Remus sonreía, habiendo recuperado a uno de sus amigos realmente podía sentirse mejor. – Por cierto, Moony, ¿Por qué viniste a recogerme?, ¿No estas algo atareado con la ministra? –
Remus se limitó a responder. – Estoy en mi descanso, la ministra está atendiendo un asunto con Harry, él vino con Susan, creo le quiere mostrar las instalaciones – Sirius asintió antes de mencionar. – Me refería a otro tipo de ocupación, mi amigo – La sonrisa de Sirius se volvió descarada. Remus lo golpeó en la nuca en respuesta, un segundo de silencio, y ambos empezaron a reír.
Luego de un minuto para calmarse Sirius continuó hablando. – ¿Entonces Harry se encuentra aquí? – Remus asintió. – Ya veo, ¿Qué opinas de él? – Finalmente cuestionó.
Remus dejó de hablar. Parecía especialmente pensativo. – Es un mago brillante, parece que sacó más talento incluso que sus padres, es algo... bueno, anormal, nadie puede aprender tanto, es extraño en ese sentido, es como si hubiera nacido para ser el mejor mago, y, como sabes, no ha desperdiciado ese talento. Durante mi estadía en el colegio me di cuenta que estudiaba como nadie, repasaba cada tema en la biblioteca, pedía asesorías a los profesores, a veces al propio director, era el primero en entrar al aula, el último en irse también. Además, según me dijo el director, también pasaba mucho tiempo en una sala, la sala de los menesteres o requisitos, creo recordar que se llamaba. Aparentemente es un lugar de estudio algo escondido, aunque no sé cómo lo conoce y nosotros no, quizás la agregaron después, el director solo me dijo que servía para practicar hechizos, pero nunca fui en realidad –
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Harry Potter: La luz que muere
FanfictionAlbus Percival Wulfric Brian Dumbledore era capaz de prever sucesos muy próximos o futuros, pero su mentalidad provocaba que se creyera incapaz de equivocarse, y que cuando lo supiera lo negara, en sus falsas esperanzas de ver lo mejor de los demás...