Capítulo 121

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Corriendo y paz.

Harriet se había preparado para este escenario, por ello había descolgado el retrato el director Phineas para tener una manera de comunicarse con su padre. Hasta ahora solo servía para que su ansiedad por la vida de su padre estuviera controlada.

El silencio que lo rodeaba fue roto por extraños crujidos y lo que sonó como ramitas rompiéndose: Harriet pensó que eran sonidos causados por animales más que por personas, pero aún así agarró la varita con fuerza y se puso alerta. Guardo el retrato y se ocultó bajo la capa de invisibilidad. 

Los ruidos crecieron, y Harriet se atrevió a moverse detrás de los árboles, no estaba muy lejos de la cúpula de magia, así que comenzó a caminar en esa dirección. Cuando las voces surgieron, Harriet no dudo en correr.

-Hay alguien, por ahí.- exclamó una voz rasposa detrás de ella.- 

Harriet corrió con mayor rapidez sintiendo la magia de la cúpula envolverla. Neville la detuvo viendose tenso, pero ello no reparo en eso se giro con la varita en alto.

-Harriet...-

-Shh.-

Las voces se acercaron y pudieron ver a tres hombres de ropas negras acercarse, peinando el área. 

-¿Qué..- Harriet se giro para pedirle silencio al rubio que acababa de salir

-Kreacher.- susurro Harriet- Bahaya.- 

El elfo no hizo ruido alguno cuando empaco todo con un par de chasquidos, los tres magos fuera de la cúpula se iban acercando.

-Listo, Señora.- 

-Draco, toma a Neville.- Harriet tomo la mano de su novio y el elfo los hizo desaparecer.

💮

La cicatriz de estaba ardiendo. 

Dumbledore había caído... caído...

-Dámela, Gregorovitch.-

La voz de Harriet era alta, clara y fría, y su varita estaba aferrada delante de ella por una mano blanca de largos dedos. El hombre al que estaba apuntando con la varita, estaba suspendido en el aire con las piernas hacia arriba, aunque no había cuerdas que lo sujetasen; se balanceaba allí, atado de forma invisible e inquietante, con los miembros enroscados sobre su cuerpo, con la cara aterrorizada a nivel de la de Harriet, rubicunda debido a la sangre que se había agolpado en su cabeza. Tenía el cabello de color blanco puro y una barba densa y tupida: un Papá Noel atado.

-¡No la tengo, ya no la tengo! ¡Hace muchos años que me la robaron!-

-No mientas a Lord Voldemort, Gregorovitch. Él sabe... Siempre sabe.

Las pupilas del hombre colgado estaban muy abiertas, dilatadas con miedo, y parecieron agrandarse, cada vez más, hasta que su negrura engulló por completo a Harriet...

Y ahora Harriet se dirigía apresurada por un oscuro pasillo siguiendo la estela del corpulento Gregorovitch, que sujetaba un farol en lo alto. Gregorovitch irrumpió en una habitación al final del pasillo y su farol iluminó lo que parecía ser un taller. Virutas de madera y oro brillaban en el oscilante círculo de luz, y en el alféizar de la ventana se hallaba posado, como un pájaro gigante, un joven de cabello dorado. En la fracción de segundo que la luz del farol lo iluminó, Harriet vio el placer en su apuesto rostro. Entonces el intruso lanzó un Hechizo Aturdidor con su varita y saltó hacia atrás hasta casi caer por fuera de la ventana con un estallido de risa.

Y Harriet se encontró precipitándose de vuelta del interior esas pupilas dilatadas como túneles, y se fijó otra vez en la cara de Gregorovitch, presa del terror.

Harry Is HarrietDonde viven las historias. Descúbrelo ahora