A la mañana siguiente, la primera en despertar fue Bianca. Le dolían los parpados debido a la somnolencia y la cabeza le latía como un gigantesco tambor. Bruce, a su lado, roncaba profundamente, cubierto hasta la cintura con las sábanas y rodeándola con un brazo, aferrado a su vientre. Bianca estiró una mano hacia la mesita de noche, a su lado, y tomó el reloj de pulsera para mirar la hora. Eran casi las siete y cuarto de la mañana.
—Ah, carajo... —murmuró, sentándose en el borde de la cama, mirando a su alrededor para buscar su ropa interior, en algún lado del suelo. Entonces se giró y sacudió levemente a Bruce, que hizo un gruñido molesto. —¡Despierta, son más de las siete! Nos perderemos el desayuno.
—Que importa... —masculló, abrazándose a ella por la cintura.
—Bruce, eres el científico a cargo, demuestra seriedad y levántate —le dijo, liberándose de sus brazos.
Se acuclillo para espiar bajo la cama, y luego de encontrar sus prendas íntimas, comenzó a vestirse mientras que él se frotaba los parpados, dando un bostezo. Cuando pudo despabilarse lo suficiente, se levantó y caminó hacia el baño, aún desnudo, para cepillarse los dientes y tirarse un poco de agua a la cara.
—¿Qué hora dijiste que era? —le preguntó, al salir.
—Siete y diez, pasadas.
—Nos dará el tiempo para una ducha rápida —se acercó a ella y le deposito un rápido beso en los labios—. Espero que hayas pasado bien.
—De maravilla —sonrió, acariciándole una mejilla. Luego se puso seria—. Ducha de cinco minutos, nada más.
—Que sean diez.
—¡Cinco! —exclamó, mientras caminaba hacia el baño.
—Podemos empezar media hora más tarde, ¿cuál es el problema? —pregunto él, caminando tras ella.
Bianca no le respondió, ocupada en regular el agua tibia de la ducha. Una vez estuvo a punto, se quitó la ropa interior que acababa de vestirse un momento atrás, y tomándolo de la mano se metió con él bajo el agua, abrazándolo por el cuello.
—El problema es que tú eres el científico a cargo, Bruce. Y si empiezas a llegar un poco más tarde cada mañana, solo por estar acostándote con la entrenadora psíquica, cuando todo el resto del grupo ha madrugado en tiempo y forma, perderás el respeto de tu gente —lo besó un momento y luego lo miró a los ojos—. Solo estoy ahorrándote líos.
Dicho aquello, se ducharon lo más rápidamente que la tentación a la intimidad les permitió. En cuanto acabaron, se secaron y se vistieron en la habitación. Bianca con una calza negra de franela, una camiseta de manga larga y zapatillas deportivas, ya que había dejado sus guillerminas en la sala recreativa, la noche anterior. Bruce, sin embargo, volvió a ponerse la misma camisa a cuadros y el pantalón azul de la noche anterior, ya que no tenía otra cosa hasta que volviera a su habitación personal. Se detuvo un instante para ponerse los anteojos que había dejado encima de la mesa, y juntos salieron de la habitación.
En cuanto llegaron a la espaciosa cafetería, vieron que todos ya se hallaban casi terminando su desayuno. Al verlos acercarse, levantaron la vista de su comida y los observaron. No fue difícil relacionar por qué llegaban media hora tarde ya que ambos tenían el cabello mojado por la ducha. Las conclusiones fueron más que evidentes, pero nadie dijo nada.
—Buenos días —saludó Bruce.
—Buenos días, doc —respondió Jim, volviendo a su taza de café.
—¿Qué tal la resaca, chicos? —preguntó Bianca, para sacar un tema de conversación, mientras se servía una taza de café y unas rosquitas de anís. —¿Alguien tiene alguna aspirina? Se me parte la cabeza.

ESTÁS LEYENDO
Cuentos para ir a morir
HorrorCinco cuentos cortos, cinco relatos de horror que no te dejarán respirar por las noches, y te mantendrán al filo del miedo a lo largo de sus páginas. ¿Crees que tienes la valentía necesaria para adentrarte en lo profundo de sus historias? En "El rap...