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El ascenso fue rápido, no más que unos pocos minutos, al igual que el primer día al llegar allí. Nadie en el grupo habló, nadie dijo absolutamente ningún comentario, ni tampoco hicieron ningún gesto. Subieron por el ascensor en completo silencio, Bruce con Bianca abrazada a él, Jim sujetando la mano de Fanny que lloraba en silencio, Chris con la mirada baja. El ánimo era fatal.

En cuanto llegaron a la superficie, el ascensor se detuvo, y las puertas blindadas se abrieron. En la oficina junto al acceso se hallaba el mismo oficial que cuando llegaron, vestido en su clásico uniforme camuflado, que los vio salir del ascensor uno a uno, con la ropa sucia, despeinados, y lo más importante: sin autorización.

-¿Doctor Sandoff? -le dijo. -¿Qué está pasando? ¿Adónde van?

-Nos vamos a casa, chico. Y si eres inteligente, te diría que hagas lo mismo.

-Tendré que dar reporte a la Central de Inteligencia, sin autorización del Pentágono, nadie puede salir de...

Bruce no le permitió terminar de hablar. En cuanto vio que descolgaba el teléfono del escritorio, irrumpió dentro de la oficina empujando la puerta con el cuerpo. El oficial se giró en su silla, para ponerse de pie y extraer la pistola de su cintura, pero Bruce fue más rápido y le asestó un contundente puñetazo, noqueándolo al instante. Se derrumbó sobre la silla y su cabeza quedó apoyada del escritorio de metal.

-Lo siento, no creo que puedas llamar a nadie -dijo.

El grupo salió corriendo, entonces, alejándose de la puerta lo más rápido que pudieron. Mientras corrían, Chris pudo sentir dentro de su cabeza que Ned lo observaba. Entonces pensó "Gracias, amigo", esperando que aún no fuera demasiado tarde y Ned hubiera podido escucharlo. El sol se sentía maravilloso, y el aire que acariciaba los rostros de todos era gratificante, luego de casi un mes y medio encerrados allí abajo.

Un ruido sordo comenzó a hacerse sentir bajo sus pies, al mismo tiempo que el suelo vibraba como si de un pequeño temblor se tratase. Entonces, desde la entrada del ascensor, el suelo comenzó a hundirse, engullendo en polvo y escombros la pequeña oficina y todo el túnel del ascensor blindado, derrumbándose sobre sí mismo.

-¡Corran, más rápido! -gritó Jim, mirando por encima del hombro, viendo como el suelo comenzaba a agrietarse tras ellos, hundiéndose en la propia tierra, generando un agujero hasta las profundidades.

Corrieron tan rápido como pudieron al menos durante más de diez minutos, hasta que el suelo dejó de hundirse tras ellos, en medio de una nube de polvo y tierra. Se detuvieron, extenuados, mirando hacia el lugar donde estaba la base subterránea, y donde ahora solamente había un cráter en la tierra con más de seiscientos metros de diámetro y cuatro kilómetros de profundidad. Fanny se abrazó a Jim, lamentando la vida de Ned, mientras que Bianca rezó una plegaria en su nombre. Al terminar, escucharon el sonido característico de un helicóptero en la distancia, y todos levantaron la mirada hacia el cielo, pero no vieron nada. Suponían que aún estaban muy lejos de allí, pero en aquel paraje desértico y desolado, el viento transportaba el sonido con increíble precisión.

-Nuestra vida no volverá a ser la misma después de esto -dijo Chris.

-No, ya lo creo que no -consintió Jim-. ¿Qué les decimos cuando lleguen? -preguntó, señalando hacia el cielo.

-Que no hemos descubierto nada. Nos interrogarán, querrán saber cómo fue que nosotros sobrevivimos y salimos de la base, pero nos inventaremos algo. De todas formas, no pueden acusarnos de nada, ya que no vieron lo que pasó. Hay cosas que es mejor dejar como están -respondió Bruce, y luego miró a Bianca de reojo, acomodándose las gafas sobre su nariz, en aquel gesto tan mecánico que a ella le encantaba-. ¿Creés que puedas firmarme otro libro?

-Supongo que debo tener más copias en casa -asintió con la cabeza, y le tomó la mano, entrelazando los dedos-. Será un placer.

Cuentos para ir a morirDonde viven las historias. Descúbrelo ahora