18

20 9 2
                                    


En cuanto terminaron de beber su café, Bianca volvió a su habitación para ponerse ropa un poco más acorde, mientras que Bruce reunió a todo el grupo en la sala de investigación, para una charla urgente. Todos se hallaban expectantes, porque no sabían lo que estaba ocurriendo a su alrededor. Chris teorizaba acerca del posible estado de salud de Francis. Fanny, sin embargo, creía que habría nuevas noticias sobre el avance del proyecto. En cuanto Bianca se apersonó en el lugar, Bruce comenzó.

—Muy bien chicos, esto es un poco difícil de explicar —dijo.

—¿Qué pasa? No nos sigas matando con la ansiedad, ya suéltalo —comentó Jim.

—Bianca y yo tenemos razones infundadas para creer que el accidente de hoy no fue un accidente, sino que fue algo provocado. No sé si por el gobierno, o por el propio Francis.

—Eso es absurdo —opinó Fanny—. ¿Francis se daría semejante descarga a propósito? No tiene lógica, hasta hace no mucho él estaba peleando por marcharse a casa.

—No pensamos que él mismo haya saboteado la máquina —intervino Bianca—, sino que pudo haber estado complotado con alguien más. De una forma u otra, eso no importa. Lo hecho está hecho.

—He revisado las lecturas, su cerebro ha sido gravemente afectado —comentó Bruce.

—¿Entonces está jodido? ¿Esa es la noticia? —preguntó Chris.

—No, al contrario. Está mucho más sano que todos nosotros juntos. Estoy seguro de que ha desarrollado habilidades, no se cuales, porque no me las ha dicho, pero las lecturas muestran que algo anómalo sucedió esta mañana con él. Y en un tipo como Francis, creo que estamos todos de acuerdo en que se trata de un peligro latente —respondió Bruce, ajustándose las gafas—. Sin embargo, entre él y el gobierno, no se cual es peor.

—¿Por qué? —preguntó Chris, encogiéndose de hombros.

—Si el coronel Wilkins descubre que Francis ha desarrollado ciertas capacidades, nosotros ya no seremos útiles para el proyecto. Estoy seguro que van a desarrollar una excusa para cancelarlo antes de tiempo, como hicieron con el proyecto Stargate en el ochenta, y buscarán la forma de silenciarnos. No pueden arriesgarse a que alguno de nosotros vuelva a su vida normal, y divulgue lo que sucedió aquí durante este tiempo.

De forma silenciosa, Fanny había comenzado a llorar, negando con la cabeza. Al verla, Bianca la abrazó, rodeándole por los hombros y estrechándola contra sí misma.

—No puede ser... —murmuró. —No quiero morir aquí abajo...

—Nadie lo hará, hay otra forma —dijo Bianca—. Tranquila...

—¿Cuál? ¿Qué forma? Sea lo que sea, podemos hacerlo —dijo Jim, fervientemente—. Nada puede ser peor que morir en este puto agujero.

—Si todos logran adquirir habilidades, ni el mayor ejercito del mundo podrá silenciarlos a todos —respondió Bruce.

—Vaya, genial. O nos cruzamos de brazos esperando que el gobierno nos declare como desaparecidos para su propia conveniencia, o dejamos que nos electrocuten el cerebro —comento Jim, con una sonrisa sarcástica—. ¿Qué puede salir mal?

—Yo los ayudaré —intervino Bianca—. Seré su puente conductor, quizás así deban recibir menos voltaje. ¿Tú qué opinas? —miró a Bruce. —Tú eres el hombre de ciencia aquí.

—Podría ser posible, quizás con veinte miliamperios y tu habilidad psíquica actuando sobre ellos, no veo problema —asintió él.

—Bueno, ya estamos aquí —dijo Chris, suspirando—. Encienda esas máquinas, doc. Pongámonos a trabajar.

Cuentos para ir a morirDonde viven las historias. Descúbrelo ahora