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Mientras tanto, Francis agradeció que lo acompañaran hasta la puerta, entró y cerró tras de sí, mirando todo a su alrededor como si fuera la primera vez que veía su propio dormitorio, en casi un mes y medio desde que habían llegado allí. Caminó entonces hacia la pared a su derecha, la más cercana, y acercándose hasta casi apoyar la frente en ella, comenzó a palparla como si no estuviera seguro que fuera real. Hasta que sucedió: sus dedos se fusionaron con el cemento, como si fueran humo, como si no fueran una materia tangible. Podía introducir y sacar sus dedos de aquel sólido a voluntad propia, y entonces lo comprendió perfectamente. Podía manejar la materia a su antojo. No solo había visto la quinta dimensión, tal y como le había dicho el coronel Wilkins, sino que se había traído un trozo con ella. Porque todo aquel que viajaba a ella no volvía solo, no volvía de la misma forma.

De pronto sintió unas irrefrenables ganas de flotar, tantas como si tuviera deseos de estornudar, o ir al sanitario. Girándose de cara hacia la cama, dejó las manos a un lado del cuerpo, y entonces se elevó, mirando fijo hacia adelante. Se cuerpo levitó a voluntad propia, podía controlarlo como quien controla su propia respiración. Tuvo deseos de desplazarse hacia la cama y así lo hizo, como si fuera un pájaro capaz de dominar su propio vuelo. Giró en el aire y se dejó caer suavemente encima de la colcha, apoyando las manos en su pecho, y sonrió, extasiado. A partir de ahora él estaría al mando, y nadie más.

Ni siquiera el coronel Wilkins.


*****


En cuanto Bruce terminó de analizar las nuevas mediciones, supo que algo grave había pasado en aquel accidente. A fin de cuentas, la ciencia no era más que eso, una serie de accidentes en cadena que resultaban en un descubrimiento científico, y aquel era uno de esos ejemplos. Apagando las consolas, salió de la cabina de control cerrando la puerta magnética tras de sí, y se dirigió a paso rápido hacia el pasillo que conducía a las habitaciones, donde estaba el dormitorio de Bianca. Al llegar, golpeó con los nudillos, y luego de unos segundos, ella abrió. Estaba vestida informalmente, con una camiseta larga de los Red Sox, una calza negra y el cabello atado por encima de la nuca.

—¿Aún sigues con tu bata blanca? —bromeó ella.

—Te traigo noticias sobre lo que ocurrió hoy.

En otro contexto, Bianca lo tomaría por las solapas y lo empujaría hacia el dormitorio, ya que lo extrañaba. Sí, era algo que le costaba reconocer luego de tantos años de solitaria autosatisfacción. Pero lo cierto era que extrañaba el contacto físico con él, luego de la última noche en que estuvieron juntos. Sin embargo, la cara de preocupación que traía fue lo que le hizo cambiar de opinión.

—¿Te apetece contármelas con un café?

—Vamos —asintió él.

Bianca salió de la habitación sin perder tiempo siquiera en calzarse, cerrando la puerta tras de sí. Se dirigieron entonces hacia la cafetería y al llegar, Bruce tomó dos vasos descartables, llenándolos de café en la maquina dispensadora. Luego se sentaron en una mesa, uno frente al otro.

—Bueno, ¿de qué se trata? —preguntó ella, curiosa.

—Estuve analizando las mediciones al momento del accidente, y comparándolas con los patrones sinápticos del resto del grupo, incluido el tuyo. No hay una correlación en ninguno, algo sucedió durante esos breves segundos, que parece indicar una proyección a algo más.

—Explícate.

—Las ondas cerebrales se apagaron unas milésimas de segundo, como si Francis hubiera muerto, y luego volvieron en diferente orden de actividad.

—¿Y entonces? —preguntó Bianca, luego de darle un sorbo a su café.

—Su cuerpo estaba allí, pero su conciencia no. Algo vio, algo experimentó, y quedó registrado en la lectura sináptica. De qué se trata, no tengo la menor idea, pero el experimento dio resultado, hubo una reacción en él. Y sospecho que no tardará en hacer reacción en los demás, con la descarga correcta —explicó Bruce.

—¿Entonces Francis ha sufrido una anomalía? ¿Me estás diciendo que acaba de adquirir habilidades psíquicas?

—Sí, es muy posible. Su cerebro se ha fragmentado en millones de pedazos. No de forma física, claro, pero sí como un nivel alterado de conciencia que jamás he visto.

—Con el temperamento de ese hombre, sería como una bomba de relojería. Ya lo habríamos notado —comentó Bianca, dando un suspiro—. Yo misma he tenido que bajarle los humos más de una vez.

—No sé porqué, pero estoy convencido que esto no fue un accidente. Alguien debió alterar la potencia de la máquina, estoy seguro que esto fue causado.

—Pero nadie más que tú tiene acceso a la cabina de control, ¿por qué alguien querría sabotear el proyecto?

—¿Y si no fue un sabotaje, y más bien fue una mejora? —preguntó Bruce, comenzando a hilar cabos. —Mira al grupo, obsérvalos, todos son gente pacifica, con ganas de terminar con esto para volver a sus vidas convencionales y sosegadas. ¿Crees que el hecho de reclutar alguien tan inestable como Francis, fue una coincidencia?

—¿Qué sugieres? —preguntó ella, dándole otro sorbo a su café después de hablar. Bruce ni siquiera había tocado el suyo.

—En todos los parámetros de la ciencia siempre tiene que haber orden y entropía, un accidente que preceda un descubrimiento revolucionario. En el primer proyecto, llamado Stargate, descubrieron los gravitones por error. Sospecho que aquí intentaron hacer lo mismo, utilizando las partículas y la mente inestable de un miembro perturbado de la marina como catalizador.

—Entonces, supongamos que todo esto siempre estuvo amañado desde un principio. ¿Qué haremos?

—Buscarán finalizar el proyecto, dejarlo inconcluso alegando alguna tontería, como la primera vez. Sin embargo, Francis será su hombre cero ­—dijo Bruce, golpeando con el índice en la mesa—. Buscarán retenerlo para posteriores estudios, y mientras tanto, a nosotros nos mantendrán ocultos durante un periodo de tiempo.

—¿Ocultos? ¿Por qué?

—Porque somos los únicos testigos de lo que pasó aquí, y no querrán que la información se divulgue al mundo. Nos retendrán el tiempo que sea necesario hasta que terminen las investigaciones, meses, años, nadie lo sabe. Quizás nos mantengan confinados en algún lugar del país, o quizás en una región olvidada del mundo, no lo sabemos. Luego nos dejarán libres, pero en cuanto uno de nosotros abra la boca y cuente lo que pasó, comenzaran a desperdigar noticias falsas, nos harán pasar por locos. Y luego nos silenciarán, como al primer sujeto experimental en el proyecto Stargate.

—Dios mío, no puedo creerlo... —murmuró Bianca, apoyando los codos en la mesa, y tomándose la frente con las manos.

—Tenemos que apresurar el proyecto, debemos potenciar a los demás miembros del grupo. Si les damos una herramienta con la cual luchar, no podrán callarnos a todos.

—¿Estás seguro?

—No tenemos más opciones.

—De acuerdo, tenemos que darles la noticia. Quizás yo también pueda ayudar —asintió Bianca. Y le tomó una mano, mirándolo a los ojos—. Saldremos juntos de ésta. 

Cuentos para ir a morirDonde viven las historias. Descúbrelo ahora