Cuando despertó gracias a su reloj con alarma, Mike miró a su alrededor desde la tibieza de su cama y dio un manotazo encima del aparato, presionando el botón de STOP. El pitido se detuvo, y dando un bufido se frotó los parpados con las palmas de las manos, mientras se sentaba en el borde de la cama. Se calzó sus zapatos de trabajo, se vistió con el mameluco azul y se encaminó al baño, para lavarse la cara y peinarse el cabello frente al gastado espejo encima del lavamanos. Mientras se pasaba el peine, sonrió viendo su propio rostro, recordando el día anterior. Vaya locura, se dijo. ¿En qué momento creía posible que todas las personas desapareciesen sin dejar rastro ninguno? ¿Acaso se había vuelto un completo idiota? Se preguntó.
Una vez que terminó de peinarse, se secó la cara con la toalla gris, la colgó en su soporte y salió rumbo al living comedor, para encender su cafetera y mirar un poco las noticias de la mañana antes de partir a la fábrica. Al pasar rumbo a la cocina encendió el televisor, pero la señal de estática apareció en la pantalla, con un cartel verde en medio que decía "Sin señal". Cambió los canales uno por uno, pero todos estaban igual, completamente desconectados.
—Puta televisión de mierda —murmuró, moviendo la antena de un lado al otro. Al ver que no funcionaba, le dio tres palmetazos en el costado del aparato, pero tampoco se compuso, así que la apagó.
Se encogió de hombros y continuó su camino hacia la cocina, le colocó unos pocos granos de café a la cafetera, dos tazas de agua directamente del grifo y la encendió. Caminó entonces hacia la puerta de su monoambiente, abrió y salió a la calle. Todo estaba por completo vacío y en silencio, pero Mike no se fijó en aquello por ser algo normal a esas horas. Solamente fue hasta la casa de al lado, se paró frente a la puerta de madera y llamó con los nudillos.
—Molly, ¿estás despierta? —preguntó. —¿A ti te funcionan los canales?
Mientras esperaba una respuesta, Mike se percató que, en el perpetuo silencio de aquella mañana, un sonido murmurante se acercaba gradualmente a lo lejos. Al principio no le dio más interés del necesario, porque no tardó más que unos pocos segundos en deducir que se trataba de un avión en el cielo. Pero cuando iba a golpear la puerta de su vecina una segunda vez, notó que aquel ruido parecía aumentar poco a poco. Extrañado, se alejó de la puerta para tener mejor ángulo y mirar hacia arriba, y efectivamente, era un avión. Lo único malo, era que parecía estar planeando en constante caída con los motores apagados, aquel sonido grave y apagado era simplemente la fricción del aire contra el fuselaje del aparato.
Boquiabierto, vio como pasaba por encima suyo al menos a kilómetro y medio de altura, pero aún en esa distancia, el Boeing 747 de pasajeros parecía gigantesco. Lo siguió con la mirada mientras atravesaba todo el pueblo de Eastman, y se estrellaba a unos cinco o seis kilómetros más adelante, por la carretera 46. El enorme estruendo y la columna de fuego y humo que desprendió la explosión del impacto fue imponente, y Mike no se atrevió a moverse, pensando en una infinidad de cosas. ¿Qué estaba pasando? ¿Por qué ese avión se había estrellado con los motores completamente apagados? Diablos, si hasta podía haber caído encima de su cabeza, se dijo.
Entonces recordó la noche anterior, la desaparición de las personas, y se dio cuenta que aquello no había sido un sueño, que en verdad había sucedido. Seguramente el avión se había estrellado porque al desaparecer su tripulación, había viajado en modo automático hasta quedarse inevitablemente sin combustible. Caminó hacia la calle, se colocó las manos a los costados de la boca, y comenzó a gritar a viva voz.
—¡Hola! ¿Hay alguien aquí?
Sin embargo, no obtuvo respuesta. El sonido de su voz parecía hacer eco en la solitaria calle. Iba a gritar de nuevo cuando vio a la hija de los Harrison asomada a la ventana del balcón de su habitación, gesticulando con ambos brazos para que la viese. La casa estaba ubicada al final de la calle, pero con el silencio que reinaba, la joven adolescente había podido escucharlo a la perfección.
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Cuentos para ir a morir
HorrorCinco cuentos cortos, cinco relatos de horror que no te dejarán respirar por las noches, y te mantendrán al filo del miedo a lo largo de sus páginas. ¿Crees que tienes la valentía necesaria para adentrarte en lo profundo de sus historias? En "El rap...