21

21 10 5
                                    


Salieron del recinto privado del coronel con cuidado, viendo a todas direcciones por si algo se movía, con Bruce a la cabeza del grupo sosteniendo el fusil de combate. Lo horrible de la situación no era estar solo en peligro de muerte, sino que aquello que los podía matar no era visible hasta que lo tenías frente a ti. Recorrieron toda la sala principal hasta llegar al pasillo que conducía a la sala de investigación, la cabina de control donde Bruce había trabajado desde que llegaron allí, y entonces la voz de Francis se hizo escuchar por todo el recinto.

—No hay sitio donde correr, chicos —dijo, como si de repente sonara desde todos los sitios a la vez, encogiéndoles el corazón de terror—. ¿Recuerdas cuando dijiste que me ibas a romper todos los dedos con tu mente, Bianca? ¿Sabes que estoy pensando? Que podría devolverte el favor.

—¡No se detengan, sigan avanzando! —dijo Bruce. —La armería está al final del pasillo.

Sin embargo, cuando faltaban poco menos de cien metros para llegar, aquellas siluetas negras comenzaron a reptar por el techo, persiguiéndolos. El grupo trató de apurar el paso, corriendo más deprisa, pero fue en vano. Cerca de la armería, Francis los esperaba, levitando en el aire con la sonrisa de la victoria pintada en el rostro. Se detuvieron para girar sobre sus talones, intentando huir por donde habían venido, pero aquellas entidades semi translucidas les bloqueaban el paso.

—La base es mía, y en cuanto los mate me largaré de este puto infierno —dijo Francis—. No habrá ejercito que pueda detenerme, porque puedo hacer lo que quiera. Y ustedes no podrán hacer nada para evitarlo.

—Siempre se puede hacer algo —dijo Chris.

Concentrándose, clavó su mirada en Francis, intentando evocar aquella sensación de interferencia mental. Al volcar toda su energía psíquica en él, Francis se derrumbó al suelo, cayendo sobre su espalda, mientras se agitaba en el suelo sujetándose la cabeza.

—¿Qué haces? ¡Suelta mi cerebro, negro hijo de puta! —gritó, envuelto en una tormenta de dolor. Entonces aquellas entidades también se retorcieron, haciendo sonidos irreconocibles, convulsionando y cambiando su forma física a medida que los gravitones que formaban sus cuerpos brillaban y latían con más intensidad.

—¡Ahora, rápido! —dijo Chris, comenzando a sangrar por los lagrimales de cada ojo. ­—¡No voy a poder retenerlo mucho tiempo!

Fanny comenzó a materializar ectoplasma como enormes tentáculos blanquecinos que se desplazaron por el suelo, reptando como serpientes, hasta enrollarse alrededor de su cuerpo, sujetando a Francis para que no escapara. Las entidades dimensionales avanzaron hacia el grupo, intentando proteger a su líder, pero Jim y Bianca se dieron la vuelta para retenerlos en su lugar, poniendo toda su fuerza en ello, como si ambos fueran una muralla psíquica.

—¡Bruce, dispara ya! —exclamó Ned.

Sudando, levantó el arma hacia Francis y apuntó, intentando no pensar en que estaba a punto de asesinar a un hombre a sangre fría. Sin embargo, no había más opciones. No tendrían otra oportunidad como aquella para matarlo, y si no lo hacía, seguramente acabaría con todos. Y debía proteger a Bianca, se lo había prometido a sí mismo dentro de su propio corazón. Finalmente jaló el gatillo cuatro veces, dos balas entraron por el vientre, una en el pecho y la última en el rostro. Francis se sacudió al impactar las balas en su cuerpo, y luego permaneció inerte, bajo la sangre que comenzaba a manar por su cuerpo.

Fanny retrajo el ectoplasma, Chris dio una exhalación aliviada, y al instante se giraron hacia Bianca y Jim, que contenían aquellas criaturas. Sin embargo, en cuanto Francis exhaló su último aliento, se desmaterializaron hasta fundirse con el suelo, desapareciendo después.

Cuentos para ir a morirDonde viven las historias. Descúbrelo ahora