Día 34

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Cuando despertó no sabía si lo que había hecho fue un sueño o no. Se había sentido tan real, aún podía sentir el sabor a cereza y los labios cálidos y húmedos del mayor, pero era imposible que el hubiera hecho tal cosa, él no era así.

Abrió los ojos y lo primero que vio fue al americano justo frente a él, también estaba despertando. Y descubrió otra cosa que le encantó del mayor: sus ojos pestañeando para despertar por completo. Todo en él era hermoso, hasta el más mínimo detalle.

USA-Buenos días. - Dijo adormilado con ganas de seguir durmiendo por lo cálido que se sentía al estar entre los brazos del menor.

Rus- Bu...buenos días. - Respondió nervioso al notar la cercanía que tenía y como está iba disminuyendo al mismo tiempo en que retrocedía. No logro alejarse a tiempo y los labios del mayor se juntaron con los suyos, con ese natural sabor a cereza y los movimientos tan suaves que lo llevaban hasta el cielo. Aunque termino llendo al lado contrario, se cayó al suelo al estar tan cerca de la orilla de la cama y las risas del americano no se hicieron esperar.

USA- Levanté y vamos a almorzar. - Se acercó a la orilla de la cama recargando su barbilla en sus manos, quedando justo frente al rostro del menor, aprovecho eso para darle un pequeño beso que lo avergonzó aún más.

Rus- U...USA, no...- Apenas y podía hablar, decir el nombre del mayor le quejaba por dentro, como si el calor de antes se hubiera intensificado por lo de anoche.

USA- ¿Que? - Sonrió como si supiera que el menor no tenía excusas. - Entre más besos te de más rápido aprenderás a besar. - Se levantó de la cama para salir de la habitación dejando al ruso aún en el suelo, aún tratando de procesar todo. Pero tambien maldiciendo al clima, no por lo que había pasado, si no por que el americano ahora usaba un pants como piyama en vez de los shorts cortos de antes.

La mañana transcurrió con normalidad, a excepción de los pequeños besos que el americano le daba de vez en cuando. Lastima que ese día no se pudo quedar, tenía como 100 llamadas perdidas de su padre y un mensaje de Kazajistan diciéndole que le ayudaría con su coartada para la noche anterior. Así que se tuvo que ir si quería seguir viniendo, eso sí su padre no lo mataba por no llegar a la casa y por la ropa.

ªNØR3XĪÇDonde viven las historias. Descúbrelo ahora