Abrió la puerta con molestia, era las malditas 2:20 am y alguien tocaba su puerta como si tratara de tirarla. El kazajo no era alguien que se enojara con facilidad, pero ¿Quién no se enojaría si lo despertarán de la misma manera?
Abrió la puerta ya con un discurso preparado para aquel que interrumpió su sueño, pero sus palabras no salieron. Quedó impactado de ver a su hermano mayor llorando en el umbral de su casa mientras se abrazaba a si mismo.
Kaz- ¡¿Qué te paso?! ¡¿Qué tienes?! - Preguntó exaltado, jalando al mayor para que entrara a la casa, pero este le abrazo repentinamente, hundiendo su rostro en su hombro, y las lágrimas que caían por sus mejillas le mojaban su ropa.
No podía creerlo, no había visto a Rusia llorar desde el día en que se reconcilió con sus hermanos, y tampoco recordaba haberlo visto llorar tan…destrozado. No encontraba otra palabra para describir el estado actual de su hermano mayor.
Kaz- Rus. - Llamo sin obtener respuesta, solo siendo abrazado con más fuerza. No le quedó de otra más que darle consuelo con unas pequeñas y suaves palmadas, justo como lo hacía su padre cuando eran niños. Eso pareció funcionar, pues el llanto se convirtió en pequeños hipidos y una tos ocasional. - ¿Estás mejor?
El mayor asintió mientras sorbía su nariz, pero aún tenía lágrimas bajando lentamente por sus mejilla.
Rus- ¿Puedo quedarme a dormir por unos días? - Preguntó en un susurro, sin separarse del abrazo. Quería mucho a Kazajistán, fue el primero en ir a buscarlo, además de que tenían cierta unión por ser los más grandes, pero no podía dejar que lo viera así. Se sentía como cuando era niño y perdía su muñeco, o cuando se perdió en el bosque y su padre lo encontró protegiéndose del frío en un tronco hueco. Solo podía comparar con eso, con un niño que perdió todo lo que le hacía feliz.
Kaz- Puedes quedarte todo lo que quieras, pero necesito que me cuentes que paso. - Comenzó a acariciar el cabello de Rusia, suspirando aliviado cuando esos toques parecieron calmarlo. - Porque estoy a uno de llamarles a los demás e ir a la casa de USA.
Rus- No lo hagas, por favor. - Se separó poco a poco del abrazo, viendo al kazajo tan preocupado. Odiaba hacerlo sentir así, se supone que era el mayor y él tenía que apoyarlos y protegerlos, no hacer lo contrario preocupabandolos con sus problemas. - El no tiene la culpa, solo soy yo.
Kaz- Mañana me cuentas con más calma, ahora tienes que dormir, te ves cansado.
El ruso asintió, apenas mirando los ojos dorados de su hermano por unos instantes. Lo pudo notar, se había dado cuenta. Todo el mundo decía que él y su padre tenían una sola expresión que reflejaba seriedad y enojo, pero sus hermanos sabían que eso era mentira. Convivir toda la vida con ellos le obligó a diferenciar los pequeños detalles que tenían con cada emoción, pues así sabrían como actuar con ellos sin que se enojaran. Kazajistán era bueno interpretando sus ojos, y lo que vio no le gustó.
Rusia no solo estaba triste, estaba aterrado, y eso era peor..
Miraba atónito al canadiense, no podía creer lo que esté le decía. Solo había abierto la puerta viendo a su hermano casi al borde de las lagrimas. Le abrazo con fuerza, preguntando si se encontraba bien y que sentía mucho el no hacerse dado cuenta antes. Él solo le miro confundido, temiendo por aquella respuesta que no quería escuchar.
Can- Rusia fue a mi casa en la mañana, me explicó el estado en el que te encontró y que estuvo ayudándote estos últimos meses hasta que mejoraras.
USA- ¿En…en serio el te dijo que yo…- Su voz se quebró, quería llorar y su corazón dolía tanto que hasta las fuerzas perdió, apenas pudiendo aferrarse a la espalda de su hermano para no caer.
Can- Me dijo que le pediste no decirme, pero se le hizo prudente hacerlo para que no recaigas. - Sintió como el estadounidense iba cayéndose y escucho los hipidos que comenzaban a salir de sus labios, por lo que le abrazo con fuerza, dejando que el menor se desahogará. - Perdón por no darme cuenta antes.
El llanto del estadounidense se escuchaba por toda la casa, sentía que había perdido algo importante. Tantas semanas, tantos malditos días viendo al ruso, enamorándose de él para que esté le abandonará cuando se sentía más feliz. Ahora se sentía roto, traicionado, usado, y el enojo no tardó en aparecer. Y lo único que podía hacer era llorar mientras su hermano lo cargaba hasta su cuarto, pero no le diría la razón de sus lágrimas, no solo por sentirse humillado y avergonzado. No quería admitirlo, aun se preocupaba por Rusia, y Canadá no sería tan gentil con él si se enteraba de lo sucedido.
Can- ¿Qué es esto? - Preguntó después de haber acomodado a su hermano en la cama, acostándose junto a él para que siguiera abrazándole. No se apartaría, y menos ahora que no dejaba de llorar.
USA volteó a ver a la bolsa que el canadiense encontró. Si mal no recordaba era el postre que Rusia había traído el día anterior, al parecer eran apfelstrudel. Él se lo había pedido y había prometido que los traería. Era muy atento con él.
USA- Tíralos. - Dijo secamente, sin dejar de mirar la bolsa, sin notar la expresión sorprendida de Canadá.
Can- ¿Seguro? Parece que están ricos y huelen muy bien. - Trato de convencerle, acercándole la bolsa para que lo viera mejor, pero solo desvió la mirada, apartando su rostro lo más que pudiera. Eso ya le estaba asustando, Ame nunca rechazaba un postre. - Merica.
USA- Solo tíralos.Verga, si acabe, me estoy muriendo de sueño pero lo logré.
Voy a tratar de publicar rápido todos los capítulos para acabar rápido la historia. Voy a sentirme rara cuando lo haga.
A todos aquellos que me dijeron que ocupaban un psicólogo (y también los que no me dijeron) Adivinen quién está estudiando psicología.
Pero adivinen quién está triste por lo que ella misma escribió.
Exactamente: yo.
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ªNØR3XĪÇ
Hayran KurguAnorexia: Trastorno alimentario que provoca que la persona se obsesione con su peso y lo que ingiere. Quién diría que cierto americano sufriría de aquel trastorno. Rusia solo lo creyó cuando lo vio tirado en el suelo notando lo delgado que estaba...