16. Pagano

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No hay inocencia más dulce
que nuestro gentil pecado.
En la locura y sustento
de esta triste escena terrenal,
solo entonces soy humano,
solo entonces soy puro.
Amén, amén, amén.

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Las personas clasifican sus pecados, al igual que las mentiras, hay mentiras blancas y mentiras que te convierten en un monstruo.

Las personas son sus propios jueces, jueces corruptos, que excusan sus faltas, pero reprueban los errores cometidos por los demás.

El ser humano es imperfecto, entonces ¿por qué seguir a un humano? ¿Por qué obedecer a las palabras que salen de la boca de líderes y predicadores? ¿No existe más certeza en el anarquismo que en seguir la ruta moral de mentirosos y disolutos?

Jungkook y su padre estaban sentados frente al escritorio del director de la escuela a primera hora esa mañana. El hombre hablaba con seriedad mientras caminaba de un lado a otro en el pequeño despacho.

El día anterior el mandamás había hecho una llamada a su padre, y después de una leve conversación, le confesó al hombre que su hijo había faltado a todas sus clases del día, a excepción de la primera. En otras palabras: se había fugado.

Cuando el muchacho regresó a casa en la noche, el hombre estaba furioso. Le gritó unas cuantas cosas y lo envió castigado sin cenar a su habitación, no sin antes quitarle de nuevo su teléfono. Jungkook obedeció sin rechistar, agradeciendo que al menos su tía no volvería en unos días y no le contaría al hombre de la plática que habían mantenido. No necesitaba que le quitaran también su computadora.

Sin embargo, no se salvó de que esa mañana el hombre lo subiera al auto y le dijera que irían juntos a hablar con el director.

—Él no volverá a faltar, se lo aseguro. Desde ahora lo traeré todos los días —dijo su padre, mientras se levantaba y daba una reverencia.

El director asintió, dando una reverencia también.

—Eso espero, ojalá y pueda ponerse al día con sus clases perdidas. Y sobre lo otro, ya le enviaré mi número de cuenta.

Su padre asintió, tomó a Jungkook del brazo y lo sacó de la oficina hacia el patio, que estaba ya vacío, pues las clases habían empezado minutos atrás.

—Es la última vez que me haces pasar una vergüenza así, ¿oíste?

Jungkook lo miró a los ojos en silencio. Solo tenía que levantar levemente la mirada para hacerlo.

—Si sigues comportándose de esta forma, me harás tomar decisiones difíciles. —Su padre soltó su brazo de forma brusca y dio un paso hacia él, Jungkook no se movió—. ¿O quieres que te saque de la escuela y te envíe a ese campamento ahora mism...?

—Lo entiendo, no volverá a pasar —dijo el chico, cortando el discurso de su padre y dándole la espalda para empezar a caminar—. Debo ir a clases.

El hombre parecía estar demasiado estresado para molestarse en llamarlo de vuelta. Jungkook se detuvo un momento antes de entrar a su aula, tratando de nivelar su respiración, contó hasta cincuenta antes de que empezara a sentirse más calmado y menos fúrico. Tocó la puerta con seguridad, confiando en que el profesor lo dejaría pasar, pues, para su suerte, el maestro de esa materia era un anciano poco estricto al que todo parecía darle igual, últimamente sus clases consistían en ver videos que explicaban ecuaciones en el proyector.

La ventanilla de arriba de la puerta le mostró que alguien encendió las luces de la clase, de seguro estaban viendo otro video. La entrada se abrió un minuto después, y Jungkook dio unos pasos dentro. Al hacerlo notó que uno de los alumnos se puso enseguida de pie, uno sentado al final de la fila delantera. Taehyung.

Un Pecador en el Pueblo (KTH/JJK)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora