37. Terapia II

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¿Dónde está mi ángel?
Cuando el día finaliza,
que alguien venga a salvarme,
por favor.
Dejo escapar un suspiro,
fue un día agotador.

Supongo que todos son felices.
¿Puedes mirarme?
Yo soy azul y gris
Mis lágrimas en el espejo.
Mi sonrisa está escondida
bajo mis colores azul y gris. 

Solo quiero ser felíz,
quiero sentir el calor de mis manos,
ya no están cálidas.
Te necesito cada vez más.
Este suelo se siente tan pesado, estando solo por mi cuenta.
Si en el futuro llego a sonreír,
te lo haré saber.

●●●●

Al siguiente día, la charla con el pastor fue mucho más tranquila, en gran parte porque Taehyung apenas si se quejó, apenas si refutó sus palabras.

—Tu madre me contó sobre los sucesos de ayer —le dijo el hombre—, y no me gusta tener que decirte esto, pero era de esperarse que algo así sucediera.

El chico no contestó, se mantuvo mirando al suelo, había un nudo en su garganta.

—Hoy tienes una sesión en grupo —le informó el hombre.

La sesión era similar a los cultos especiales de los domingos, solo que esta vez, les obligaron a rezar. El líder de esa sesión decía algunas frases y ellos debían repetir, los que se negaban debían poner sus manos al frente para recibir los azotes de la regla. Cuando acabaron, cada uno fue enviado a un pequeño cuarto con el líder, a tener una oración privada. El hombre debía tener unos cincuenta, y mantuvo sus manos en los hombros de Tae durante toda su oración.

No fue una oración común. Taehyung no sintió que estuviera siendo honesto, el hombre le dijo todo lo que debía repetir, le regañaba cada vez que decía algo que no quisiera oír, le obligó a pedir perdón y a prometer una mejoría. Al finalizar, abrazó al chico y le permitió salir.

Cuando los emparejaron, Tae volvió a ver a la chica de la primera vez. Ella lucía mucho más cabizbaja, ya no tenía la mecha rosada en su cabello, y sus ojos eran delineados por grandes ojeras. Ya no llevaba ropa común y holgada, sino un vestido de flores con un escote pronunciado.

—Cambiaste tu cabello —le dijo él, tratando de iniciar una conversación, pues se suponía que debían estar explorando lo que podía ser tener citas heterosexuales.

—Ellos lo hicieron —dijo ella, sonaba triste—. Quiero irme de este lugar.

Tae quiso preguntar más, pero no sabía si era irrespetuoso.

—Me siento atrapada, ellos nos obligan a ver esas películas horribles, las ponen por horas en las noches, en nuestras habitaciones... —explicó ella— y luego en las sesiones personales... Quiero irme de aquí.

El chico observó la forma en que ella mordía sus labios, tal vez intentando reprimir las lágrimas que ya se encontraban llenando sus ojos. Él no sabía a qué películas se refería, tampoco entendía el por qué llegaban a atormentarla, sin embargo, no dudó de sus palabras, ella se veía demasiado afectada como para estar exagerando.

—¿Le has dicho a tu padre? —preguntó él, tratando de evitar un silencio que terminara por hacer caer esas lágrimas.

Ella negó con lentitud.

—No me dejaron visitarlo este fin de semana —confesó después, con la voz temblorosa—. Él... Me dijeron que él tuvo que ser internado en el hospital... No sé qué le pasó... Ellos dijeron que es parte de un castigo divino por mi condición.

Un Pecador en el Pueblo (KTH/JJK)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora