No lo entendía. Sencillamente en su cabeza no podía procesar la idea de que Adrián la había olvidado tan pronto y por una adolescente insípida. Ella era toda una mujer, le otorgaba estabilidad, Violet era tan solo una niña caprichosa, lo dejaría en cuanto se cansara de él, ella por lo contrario siempre estaría a su lado.
Sí, amaba a Hugh, había sido su amante por años, él la había impulsado en su negocio y la hacía sentir la mujer más afortunada, sin embargo con Adrián era distinto, lo conocía desde la universidad, siempre habían estado juntos, no quería alejarse de él.
Los amaba a ambos, no quería decidirse, ella podía tenerlo a los dos. Y los tuvo, hasta que llegó esa niña a arruinar su perfecta vida. Todo lo que había construido se derrumbaba, nunca debió escuchar a su amiga Rachel cuando le recomendó buscar una sirvienta a quien no le pagara.
Stella gruñó frustrada en el interior de su auto y golpeó el volante con furia. Odiaba cuando las cosas no le salían bien, detestaba no tener el control y sobre todo le molestaba de verdad no ganar. Ella siempre ganaba, siempre alcanzaba sus objetivos y salía victoriosa.
—Enfócate, Stella. Eres hermosa, eres brillante y tomas lo que quieres.
¿Pero qué quería en realidad? Lo quería todo, pero si no tomaba una decisión entonces perdería y no sería una perdedora bajo ningún concepto. Ya había alejado a Adrián, no quería hacer lo mismo con Hugh.
Miró el anillo en su dedo, era grande y precioso, con una costosa piedra en el centro. Le quedaba fabuloso, su amante había acertado de nuevo. Le había propuesto matrimonio, le ofreció el mundo y era muy tentador, su sueño hecho realidad, pero a cambio debía desprenderse de su marido y ella no quería dejarle la vía libre a la zorra de Violet para que fuera feliz con su esposo.
No era justo. Su madre le había enseñado a no abandonar el juego, ella tenía que vencer siempre, renunciar jamás era una opción. Pero ella quería a Hugh, de verdad que lo hacía, no era solo su dinero lo que le parecía atractivo, que así era, él la había conquistado.
—Lo siento, mamá— susurró antes de tomar los papeles del divorcio de la guantera.
Firmó el documento y procedió a enviárselos a Adrián de una vez por todas, era un paso difícil pero era su paso a tener el mundo a sus pies, a conseguir el éxito. Casarse con Hugh Lambert la haría lo que siempre soñó y todavía no había conseguido: ser una señora de alcurnia. Rodearse entre los grandes influyentes del país, vestirse de distinguidas y exclusivas casas de moda y decorar su piel tostada con encantadoras y costosas joyas.
Su sueño era avaro, superfluo, ambicioso, pero era lo que se le había inculcado. Destacar, brillar, triunfar. Ser superior, siempre la mejor.
Salió de la oficina del correo dando un largo suspiro, subió a su nuevo Aston Martin y dejó su bolso de Prada en el asiento del copiloto antes de emprender camino hacia su boutique. Al llegar se encontró como siempre a su amiga sumida en una revista de moda. Odiaba que descuidara la tienda, pero aún así la quería, era la única y verdadera amiga que tenía.
—¡Trabajo, Rachel!— bramó golpeando la mesa de recepción. Su rubia amiga saltó del susto —Debes atender a las clientas, no los chismes de la semana.
—De hecho estaba leyendo que el mal humor arruina el cutis, Stella— comentó la mujer con un tono de voz chillón y acusatorio. La morena le dedicó una mirada detestable —¿Por qué estás de más mal humor de lo usual, amiga?
—Firmé el divorcio— siseó entre dientes dejando a Rachel perpleja.
—Oh, oh— rodeó el escritorio hacia Stella —¡Vik quedas a cargo! Me voy unos minutos— le gritó a uno de los empleados y arrastró a su jefa hacia la oficina —Cuéntame cómo es qué pasó eso.
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My Favorite Sin (+18)
RomancePecado es una palabra que puede interpretarse de muchas formas. Stella lo sabía y tampoco le importaba, ella no creía en tal cosa. No creía en un castigo divino o terrenal. Ella hacía lo que quería, como su madre le había enseñado. Amar no era un pe...