Capítulo 15

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Lo había conseguido, había roto las barreras del hombre difícil. Y había valido cada maldito esfuerzo, él la besaba como ningún otro lo había hecho, la tocaba de un forma tan íntima, tan especial. Era perfecto.

Sintió su piel erizarse con cada roce de sus labios, con cada masaje en sus nalgas. No quería dejarlo ir, quería quedarse arrimada a él, abrazada al hombre desconocido que la besaba. Sentía una extraña sensación en todo el cuerpo además del deseo, no podía definirlo más que emoción. Estaba emocionada porque Reese la estaba besando.

El oxígeno le comenzó a faltar y a regañadientes tuvo que separarse de él para respirar, sus frentes se unieron y hubo un silencio pleno. Solo eran ellos dos en ese momento, nada más importaba.

Se atrevió a abrir los ojos para verlo, él aún permanecía con los suyos cerrados, era perfectamente hermoso. Delineó sus facciones con sus dedos lentamente, contemplándolo.

—Dijiste que no me tocarías.

—Shh— murmuró él, tomando su mano y llevándola a sus labios para besarla —No me obligues a sentirme culpable. No cuando lo único que quiero es que mantengas tus piernas alrededor de mí.

Stella soltó una risilla traviesa, al fin lo había conseguido, pensaba aterrorizada que había perdido su encanto, pero no, su presa resultó ser menos fácil que sus antiguos compañeros de universidad. Y eso le fascinaba.

Él la sostuvo con fuerza y la llevó fuera del agua, mientras ella intentaba mantener esa llama encendida con lentos besos en su cuello y mandíbula. De una u otra forma, llegaron a uno de los stand, desconocía si era el de ella, el de él o de otro huésped, eso le importaba poco. Solo quería a aquel maravilloso hombre sobre ella, ardiendo de pasión.

Reese la dejó delicadamente sobre una de las tumbonas y la cubrió completamente con su gran anatomía. Stella tembló de emoción cuando él se encajó entre sus piernas y sus cuerpos se volvieron casi uno mismo. Se miraron a los ojos por unos segundos, con la respiración jadeante y rebosados de deseo. La noche estaba siendo perfecta, más de lo que Stella esperaba.

La besó con ímpetu, con necesidad salvaje haciéndola gemir, tanto por la fuerza de sus labios como también por el roce de sus sexos cubiertos de ropa. Ella clavó sus uñas en su espalda, anhelando más que rozaduras de adolescentes calientes, pero él se separó abruptamente dejándola confundida.

—No— dijo con voz ronca y profunda.

Desconcertada Stella se apoyó en sus codos para contemplarlo. Él pasaba sus manos por su pelo en un gesto de exasperación y en sus pantalones era obvio un enorme bulto. ¿Por qué se detuvo?, pensó. Su cara de sorpresa debía ser un poema.

—¿Qué?— jadeó ella.

—Estás ebria, y yo un poco menos. No podemos hacer esto, además, es inmoral.

Incredulidad era muy poco para definir lo que sentía Stella. ¿Inmoral? Él no sabía el significado de esa palabra tanto como ella. Indignada por otro rechazo de su parte se puso de pie, un poco tambaleante y bajo su atenta mirada de culpa. Era momento de volver a la suite.

—Me largo— murmuró pasando por su lado pero él la detuvo.

—No.

Ella suspiró, no estaba para juegos, si él no quería estar con ella, si de verdad le daba culpa y remordimientos, perfectamente podrían terminar allí y no llegar a más. ¿Entonces por qué la detenía? No comprendía al sexo masculino a veces.

—Lo entiendo, estás casado, no quieres engañar a tu esposa y voy a respetar eso. No tienes que repetirlo— murmuró resignada —Perdón por insistir, yo también debería respetar al imbécil que me engaña con otra mujer y tiene un hijo bebé, pero que es asquerosamente rico y yo quiero todo eso, pero que lo que nadie sabe es que yo lo quiero demasiado aunque...— fue interrumpida de su discurso de ebria despechada por un beso suave. Reese le acariciaba las mejillas mientras hacía rozar sus labios en una caricia tierna. A Stella le dolió el corazón de forma extraña.

My Favorite Sin (+18)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora