—Cuéntanos, Stella. ¿Qué fue lo que te atrajo de nuestro padre? Además del dinero claro— cuestionó con saña la mayor de las hijas Lambert. Reese suspiró, no queriendo creer lo que su hermana estaba haciendo. Era inmaduro, infantil y por supuesto de muy mal gusto.Él miró a Stella, ella ni siquiera se inmutó ante la acusación de Astrid. Solo la miró fijamente con una suave sonrisa, parecía imperturbable, pero podía intuir que no era así. Veía fuego en su mirada marrón.
—Definitivamente no sus encantadoras hijas— la voz sarcástica de la mujer fue como un afilado cuchillo. Vio a su hermana apretar los puños sobre la mesa y sintió una ligera jaqueca empezar a molestarlo.
Era lo que más odiaba de las reuniones familiares que Hugh se empecinaba en realizar. Había mucho rencor en todos y la situación se tornaba tensa e insoportable.
—Chicas, por favor— intercedió Hugh.
—No, padre. Dinos, ¿cuántos millones le tuviste que dar a esta zorra para que se acostara contigo?
—¡Ya fue suficiente!— gritó Reese poniéndose de pie, estaba harto de cada una de las personas que se llamaban su familia —No podemos ni siquiera desayunar un día en completa paz. Tú, deja tus estupidos recentísimos hacia las mujeres que consigue Hugh, supéralo. Y tú...— miró a su padre —Asume de una buena vez que tu idea de familia perfecta es fallida porque tienes los hijos más tóxicos gracias a tu particular estilo de vida. Esto es absurdo y no voy a someter a mis hijos a esta mierda. Nos vamos— se dirigió a sus hijas y a su esposa, que con solo una mirada comenzaron a ponerse de pie para marcharse ante la orden de su padre.
El salón quedó en silencio, él esperó a que sus hijas salieran del salón, también Alessia, para dar una última palabra.
—Estás siendo exagerado, Reese— dijo su padre y él rio con ironía.
—¿Exagerado? Ustedes están ciegos, no ven toda la mierda de la que viven rodeados, yo no quiero formar parte de esto. El único motivo por el cual me quedé aquí fue porque mis hijas me lo suplicaron pero definitivamente no las quiero involucradas en esta locura que llaman familia.
—Quédate. Sabremos comportarnos, las niñas lucían tristes por tener que partir— le pidió Bianca con voz suave pero él negó con la cabeza. Ya había tenido suficiente.
—Por favor, no me llamen para otra de estas porquerías— miró a Stella, quien se había mantenido al margen, con su vista en el plato, aunque con una media sonrisa divertida —Ya sea por dinero o no, lamento que hayas llegado a este infierno.
Ella lo miró de inmediato, esperó que dijera algo pero no lo hizo. Sin más que decir él se marchó de la sala de comedor en dirección al piso de arriba donde sus hijas lo esperaban con miradas tristes. Negó con la cabeza, no se iba a dejar convencer de nuevo por esos ojos manipuladores.
—Recojan sus cosas. Nos vamos.
—Pero, papá...— protestó una de las gemelas.
—He hablado, Chelsey. A casa.
Las vio marcharse una a una hasta la habitación que compartían. Alice se acercó a él para entregarle a Ross a quien tomó en brazos. Miró a su esposa quien se notaba también enojada por su repentina marcha.
—No estás siendo justo, Reese.
—¿Te parece justo que permita que nuestras hijas presencien todas esas peleas absurdas?— inquirió con molestia y la mujer solo apretó los labios —Eso pensé. Nos vamos en treinta minutos.
Hizo su camino hasta la habitación donde tenía sus cosas. Apenas la muda anterior en una pequeña bolsa, nada más. Dejó a Ross sobre la cama y pasó las manos sobre su rostro con frustración, debía arreglar todo lo que estaba mal y no tenía idea de por dónde empezar. Su familia paterna era un caos, la propia se estaba haciendo complicada y eso no le gustaba. Y después estaba el tema de Stella, todo era un círculo horrible.
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My Favorite Sin (+18)
RomancePecado es una palabra que puede interpretarse de muchas formas. Stella lo sabía y tampoco le importaba, ella no creía en tal cosa. No creía en un castigo divino o terrenal. Ella hacía lo que quería, como su madre le había enseñado. Amar no era un pe...