Capítulo 8

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Era ella, la mujer de la tienda. La misma mujer con la que había fantaseado y para su vergüenza se había masturbado. ¿Cómo podía mirarla a la cara? Se había quedado paralizado y no entendía por qué, esos ojos marrones eran tan intensos como café negro en las mañanas. Y su piel, era como si llevara un perfecto bronceado permanente.

Se sentía extraño, estaba comportándose como un jovencito, y además de ser de mal gusto lo que estaba haciendo, era irrespetuoso quedarse prendado de otra mujer que no era su esposa.

Sintió que su hija tiraba de sus pantalones de playa llamando su atención, pero no quería dejar de verla.

—¡Papá!— gritó Lizzie y él por fin la miró —Ya vámonos.

—Espera, Elizabeth— su hija hizo un mohín y Reese volvió a contemplar a la morena, ella también estaba absorta, la incapacidad de razonar era mutua —Por favor, disculpa— se obligó a hablar. La mujer parpadeó y le brindó una sonrisa a medias, que él interpretó como forzada —Solo dime a quién debo pasar un cheque.

—Está bien. Solo es ropa— su voz era fuerte pero relajante, como si fuera cantante de ópera. Eso le encantó.

—Insisto.

—Yo también. Solo... me debes un trago algún día— le sonrió esa vez de verdad y su corazón se desbocó en su pecho. Ella era realmente hermosa.

—Papá— volvió a presionar su hija, él la ignoró.

—¿A quién le debo un trago entonces?

—Llámame Stella.

—Reese McDowell— casi balbuceó su nombre.

—Un placer, Reese— su nombre sonó como una caricia en sus labios.

Ella pasó cerca de él, impregnando su olor a su alrededor, batiendo su pelo color chocolate y dejándolo, por primera vez en mucho tiempo, impresionado por alguien que no era Alessia.

La vio caminar hacia el elevador, con las manos de su hija pintadas cerca de sus posaderas. Stella lo miró intensamente hasta que las puertas se cerraron, cuando hubo desaparecido, él volvió en sí. Miró a Lizzie, quien tenía el ceño fruncido detrás de sus gafas de pasta.

—¿Qué te pasa, papá?

—Acabo de fantasear, hija mía— susurró apenas tomando a la pequeña de su brazo —Vamos a limpiar esto.

—¿Qué es fantasear?

—Tener pensamientos— le explicó a la pequeña mientras la llevaba a la playa junto a sus hermanas.

Miró una vez más por donde se había ido Stella y sonrió, ¿pero qué estaba haciendo? No era un adolescente, mucho menos era soltero. No podía pensar de forma inapropiada en otra mujer que no fuera Alessia, aún si ya lo había hecho, aún si ella no se quitaba de su mente.

***

Stella respiró hondo cuando las puertas del elevador se cerraron. ¿Qué fue eso? Las piernas le temblaban, las manos y la nuca le sudaban y sentía su corazón desbocado en su pecho. Jamás había experimentado algo igual, sentía que se estaba infartando.

—Reese— volvió a saborear su nombre en sus manos y se miró en el espejo de la caja metálica.

Estaba sonrojada, por primera vez sentía bochorno ante la presencia de un hombre. Pero es que su porte varonil era ardiente, la hizo sentir acalorada con solo fijar esa mirada verdosa en ella. Ni siquiera le importaba la ropa dañada, solo podía pensar en su piel hormigueante en reacción a su timbre de voz.

My Favorite Sin (+18)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora