Habían cenado y compartido un gran momento, de verdad parecía que Alessia lo quería intentar y eso le dio esperanzas. No por él, sino por sus hijas que la extrañaban; con Ross, era plato aparte. No era estupido, pudo notar como su esposa rechazaba a su hijo más pequeño, como le huía, como lo repudiaba cada vez tenía alguna interacción con él. Y eso le dolía, le daba a entender que había mucho camino por recorrer hasta la recuperación.Ross había llegado al mundo anticipadamente por el accidente que había tenido Alessia, el mismo en el que había perdido las piernas, pero antes de eso, mucho antes, él descubrió que ella no quería al bebé, no quería estar embarazada de él aunque intentaba pasarlo por alto. Siempre hubo algo en el embarazo de su último hijo que volvió a su esposa una mujer fría e incluso una vez había asumido que si no hubiese estado tan avanzada cuando lo descubrió, se habría practicado un aborto.
Nunca supo por qué. Sabía que tenían muchos hijos, pero ese fue siempre el sueño de ambos, una familia grande, gritos, niños corriendo por doquier, pero la llegada de Ross no fue grata. Luego sucedió todo lo demás, depresión post parto, depresión por haber perdido la movilidad en sus piernas, ansiedad, episodios de delirios y más.
Nunca se llevó a cabo la conversación, su rechazo al bebé lo vio siempre como otra parte de su depresión, hasta ese momento. Las incógnitas volvían a su mente y las ganas de una explicación también. ¿Ella jamás querría a Ross? No quería a otro de sus hijos pasándola mal.
Se dejó caer en la cama luego de ponerse el pantalón de dormir. No sabía si podría conciliar el sueño, no si cuando cerraba los ojos los recuerdos de cierta morena y la noche anterior, lo asaltaban.
Levantó la cabeza cuando escuchó la puerta ser abierta, se esperaba a cualquiera de sus hijas más pequeñas pero se sorprendió al ver allí a Alessia. Ella jamás había vuelto a su habitación luego del accidente.
—Alessia.
—Me ignoraste todo el día— murmuró ella suavemente y él se tensó, comenzarían los reclamos —Supongo que ya te hartaste de mis delirios, pero estoy siguiendo el tratamiento del doctor, Reese, pronto seré la misma.
—Eso espero— murmuró honestamente. Quería que ella se sanara, por su propio bien. Jamás le desearía lo contrario a la mujer que le dio hermosos años de matrimonio y maravillosos hijos —De corazón, Alessia.
—Me pregunto si todavía me amas— sus ojos azules brillaron en la oscuridad y él suspiró, ¿la amaba todavía? Por supuesto, pero algo había pasado obviamente. No era como antes.
—Aún lo hago— fue escueto.
Alessia se acercó más a Reese, y él pudo observarla mejor. Llevaba una bata muy fina que marcaba sus pezones con claridad. ¿Qué tramaba?
—¿Me deseas?
—Alessia— entendía por dónde iba su juego y no caería, no podría acostarse con ella.
—Reese— se quejó su esposa —He sido tan paranoica este último año y quiero disculparme, solo quiero volver a ser tu mujer.
Se quitó uno de los tirantes de su bata y Reese se puso de pie rápidamente para impedir que ella continuara su cometido, no podía permitir aquello, no podía tocarla siquiera sin sentirse como un auténtico cretino. Puso las manos sobre las de su esposa para que no continuara, no podía hacerse eso a sí misma.
—No— le dijo suavemente —No es correcto.
—Ya no me quieres— murmuró la mujer, con los ojos cargados de lágrimas —Te alejé a los brazos de otra.
—No hay otra, Alessia— le mintió descaradamente, aunque aún no entendía si era una mentira del todo —Y te quiero, fuiste la mujer de mi vida, pero estamos pasando por un momento difícil justo ahora.
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My Favorite Sin (+18)
RomancePecado es una palabra que puede interpretarse de muchas formas. Stella lo sabía y tampoco le importaba, ella no creía en tal cosa. No creía en un castigo divino o terrenal. Ella hacía lo que quería, como su madre le había enseñado. Amar no era un pe...