Stella tomó una profunda respiración evitando maldecir entre dientes. Fingió una sonrisa y apartó sutilmente a la pequeña Diane de ella. Se dio la vuelta, aún las hijas de Reese la miraban fijamente y no sabía qué hacer. Sin embargo recordaba una frase célebre: si no puedes con tu enemigo, únete a él.—Muy bien, pequeñas... cosas— dijo dudosa. Tomó a la niña de la mano y la llevó hasta su cama junto a sus hermanas —Las entiendo, de verdad, pero están buscando refugio en la persona menos indicada. Yo no soy su amiga.
—Pero papá te quiere— replicó una de las gemelas, no sabía cuál pues todavía le costaba diferenciarlas.
Stella rio suavemente ante la afirmación de la niña. Ni siquiera sabía el significado de esa frase, no podía utilizarla como si supiera lo que era.
—Eso no es correcto. Y no vuelvas a mencionarlo en voz alta— le advirtió. Las miró a cada una, la miseria reflejada en sus inocentes ojos. Y después estaba el bebé, él ni siquiera sabía lo que pasaba. No se creía lo que iba a hacer a continuación —¿Saben? Cuando mis padres discutían, me encerraba en mi habitación e imaginaba que estaba en un spa haciéndome un masaje, un facial, las uñas o un tratamiento de aromaterapia.
—¿Qué es aromerapia?— preguntó Lizzie con el ceño fruncido.
—Aromaterapia. Y mejor te lo explico cuando tengas quince. Ahora sería una pérdida de tiempo — Stella hizo una mueca, haciendo reír a Alice, quien parecía la más afectada de todas ellas.
—¿Iremos a un spa?— preguntó la otra de las gemelas y la mujer alzó una ceja.
—Jamás gastaría un centavo en un spa para ustedes, pero creo que la señora Macie tiene todo lo que necesitamos para hacer el nuestro— dio media vuelta para ir a buscar cosas en la cocina, pero de repente se detuvo para mirar a las gemelas —Y ustedes, asignen un color para cada una o escriban sus iniciales en sus frentes. Es un fastidio tratar de descubrir cual es cual.
Tras verlas reír como si hubiera contado un chiste, salió de la habitación y suspiró profundo. No sabía lo que estaba haciendo pero estaba tocando el borde de un precipicio al inmiscuirse en las vidas de esas niñas y su atractivo padre.
***
Reese estaba muy enojado. Se había encerrado en el cuarto de servicio y no había salido en un buen tiempo. Se había permitido liberar su ira con un par de lágrimas, también había tenido tiempo de llamar a su suegro quien tomaría el caso de Alessia de una vez por todas con la seriedad que se necesitaba o al menos eso le había prometido.
Con toda la pena que sentía por la desafortunada situación, al día siguiente se pondría en contacto con su abogado para tramitar el divorcio. Además tenía que conseguir un lugar a donde ir con sus hijos, no se quedaría más de lo necesario en casa de su padre.
Un poco más calmado decidió salir de allí, había dejado a sus hijas solas cuando más lo necesitaban. Ellas estaban sufriendo tanto o más que él y las había prácticamente abandonado para buscar su propia paz a solas. Fue egoísta pero jamás se hubiera permitido dañarlas verbalmente por su estado de enfado.
Escuchó mucho silencio en la casa, subió al segundo piso y escuchó risas provenientes de la habitación de Stella. Frunció el ceño y se dirigió allí, la puerta estaba entreabierta y no pudo evitar sonreír ante la escena. Las gemelas y Alice estaban acostadas en la cama mientras Stella, Diane y Lizzie le hacían un desastre con una pasta verde que simulaba una mascarilla, a las primeras.
—El aguacate humecta y hace cosas en la piel que todavía no comprendo— explicaba la mayor —Y el pepino refresca. Así que supongo que esto va a funcionar. Alice, necesitas un corte de pelo, tus puntas son un asco, niña.
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My Favorite Sin (+18)
Любовные романыPecado es una palabra que puede interpretarse de muchas formas. Stella lo sabía y tampoco le importaba, ella no creía en tal cosa. No creía en un castigo divino o terrenal. Ella hacía lo que quería, como su madre le había enseñado. Amar no era un pe...