—¿Qué diablos haces aquí?— le espetó con desprecio a la mujer que era casi idéntica a ella, por desgracia, y la causa principal de que ella fuera esa Stella que todos detestaban —Creo que fui muy obvia y comunicativa al no enviarte una invitación, madre, ni mucho menos llamarte. No te quería en mi boda— gruñó con rabia. Solo alguien tenía el poder de hacerla pasar de cero a cien en su escala de ira, y esa persona era Martha Greene.—Eres una egoísta.
—Felicitaciones— masculló con desprecio —Admira tu obra. Ahora largo.
—No me iré— la desafió la señora y ella rio con amargura.
—Puedo hacer que te saquen con solo una llamada, no me pongas a prueba, madre— la amenazó y la señora no bajó su barbilla.
—Somos tu familia, Stella.
—Yo no tengo familia, Martha— usó su mismo tono arrogante y las arrugas de los labios de la mujer se fruncieron aún más denotando su ira —Retírate.
—Vas a pagar esto, niña estupida.
—No, no lo voy a pagar. Lo único que te interesa de mí es que me he casado con un hombre asquerosamente rico y no puedes perder la oportunidad. ¡Largo!— gritó comenzando a perder los estribos como siempre sucedía cuando se encontraban.
—Stella...
—¡Dije que te largaras!— le gritó aún más fuerte dejando a la señora perpleja. No quería verla, no quería escuchar su voz. Estaba harta de su familia y lo que hicieron con ella.
—¿Qué pasa aquí?— la voz de Reese llegó primero que su presencia. Stella se estremeció, era lo que le faltaba para arruinarle la noche, la guinda del maldito pastel —¿Quién es usted?
—Nadie, alguien que ya se va— de adelantó Stella, ganándose una intensa repasada de Reese.
Le dio la espalda al hombre que no podía sacar de su memoria, no quería caer en el embrujo de sus ojos oliva. Escuchó a su madre murmurar algo sobre lo mala hija que era antes de que su voz fuera disminuyendo según se alejaba.
—No puedes entrar— escuchó a su amiga, sonaba recelosa y no era para menos. No debía estar allí, si Hugh tan solo se enterara, ella se quedaría sin nada.
—¿Quién me lo va a prohibir?— rebatió él y Rachel jadeó indignada.
Stella apretó los ojos, no debía hablar con él, ni siquiera estar cerca a varios metros, habían quedado en un acuerdo: cada quien seguiría su camino; y el destino se burlaba de ella haciéndolos cruzar desde distintas direcciones.
—Danos unos minutos, Rach— sabía que se arrepentiría de eso, pero se merecían algunas explicaciones.
—Stelly.
—Solo serán un par de minutos, Rachel, aguarda afuera.
La escuchó bufar y luego cerró la puerta. Su piel se erizó al saberse a solas con él en una habitación con espacio reducido, no se atrevió a enfrentarlo, no tenía la fuerza para hacerlo e ignorarlo al mismo tiempo. Había quedado demostrado que él adormecía sus sentidos, que domaba a la fiera dentro de ella.
Tomó una fuerte respiración cuando lo percibió a tan solo centímetros de su espalda, podía sentir su presencia, su calor, su olor. Era absurdo como su piel estaba reaccionando a esa cercanía, quería llorar al sentirse tan vulnerable por él. No era justo.
—¿Lo sabías?— se escuchaba enojado, la estaba acusando —¿Cómo pudiste?
Stella frunció el ceño, no iba a permitir que la insultara de tal forma. Ella no era tan descarada. Se dio la vuelta sin pensarlo, y la realidad la golpeó en toda la cara, él estaba allí a una mínima distancia, solo tenía que inclinarse para besarlo. Su cabeza desconectó por un segundo, quedándose inmerso en su rostro hermoso. Él era demasiado atractivo para su salud mental.
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My Favorite Sin (+18)
RomancePecado es una palabra que puede interpretarse de muchas formas. Stella lo sabía y tampoco le importaba, ella no creía en tal cosa. No creía en un castigo divino o terrenal. Ella hacía lo que quería, como su madre le había enseñado. Amar no era un pe...