Stella contemplaba su obra terminada, el salón de fiesta del club estaba a toda su capacidad, había adolescentes por todos lados, riendo, disfrutando, ninguno tenía cara de no querer estar allí, por lo que comprendió que las víboras venenosas eran los padres. Una vez más los progenitores arruinaban la vida de sus propios hijos por ridículas muestras de apariencia.Bebió un trago de su champaña y sintió cómo se la arrebataron. Frunció el ceño y miró a su derecha, Reese la observaba con una ceja alzada en una clara señal de regaño.
—Acordamos tres copas, esta es tu segunda y debes dejar una para el brindis.
—Estoy tensa —se excusó, encogiendo sus hombros.
Y en realidad lo estaba, la fiesta debía salir perfecta para Alice, se lo merecía y ella se lo debía después de todo el escándalo y estrés al que la había sometido junto a sus hermanas.
—Un trato es un trato —añadió él acomodándose a su lado.
Stella acarició su vientre mientras supervisaba el inicio de la fiesta, las hijas de Reese correteaban junto a los hijos de Astrid y Bianca, fue entonces que la vio, todo su cuerpo se puso rígido y se obligó a sí misma a respirar hondo. Alessia debía estar allí, era la madre de Alice y su presencia era crucial. Sin embargo, fue duro verla, ella había formado parte de su secuestro.
—Te ha quedado genial —dijo Reese en voz baja y ella sonrió—. Eres grandiosa.
—Solo quería que fuera mágico— farfulló mirando las decoraciones en púrpuras inspiradas en Magic Kingdom de Disneyland—. Alice es una chica extraordinaria y merece esto y más.
Se volvió a ver a su amante y él la admiraba maravillado. Se acercó a ella y sin importarle el lugar, la situación en la que estaban, ni las personas, la besó y se sintió único. Ya no había más secretos, ni esconderse, ambos eran libres de hacer lo que quisieran.
—¿Sabes que te amo muchísimo? —susurró sobre sus labios y ella sonrió.
—Lo sé. Yo te amo más.
—Todavía no me has dicho cómo hiciste que todas estas personas vinieran después de cancelar.
—Créeme no quieres saber.
Sonrió con malicia separándose solo un poco y él rio suavemente. Era una santa ante los ojos de Reese y lo mantendría en esa fantasía. No debía conocer lo cretina que podía llegar a ser, porque jamás lo sería con él, era una Stella completamente diferente cuando estaban juntos.
Volvió a echar un vistazo a la fiesta y descubrió algunas miradas posadas en ellos con algo de desaprobación pero no le importaba. Se aferró al brazo de Reese, debían acostumbrarse a que estaban juntos y que nada los separaría.
Los acordes que daban la señal de entrada a Alice comenzaron a sonar. Ansiosa miró a la entrada, al igual que todos. La chica entró al salón luciendo como una princesa, el vestido le quedaba mucho mejor de lo que pensó. Sería una hermosa mujer.
—Oh, por Dios —jadeó Reese contemplando a su hija. Creyó ver lágrimas en sus ojos y sonrió satisfecha. Su trabajo allí ya estaba hecho.
Algunas chicas se acercaron a abrazar a la joven y uno que otro chico la hizo sonrojar con cumplidos. Se vio a sí misma en medio de la pista de baile, con quince años y vestida con ropa ancha, rogando tener una fiesta como esa sin éxito alguno.
—Saca a bailar a tu hija. —Le dio un ligero empujón a Reese y vio como él se unía a la primera mujer de su vida y le tendía una mano.
Presenció al hombre de su vida con media sonrisa en sus labios hasta que vio a Rachel asomarse entre los invitados. Era su señal de salida. Caminó para encontrarse con ella quien al verla sonrió de oreja a oreja.
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My Favorite Sin (+18)
RomantizmPecado es una palabra que puede interpretarse de muchas formas. Stella lo sabía y tampoco le importaba, ella no creía en tal cosa. No creía en un castigo divino o terrenal. Ella hacía lo que quería, como su madre le había enseñado. Amar no era un pe...