Capítulo 54

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Las semanas siguientes fueron más pacíficas de lo que pensó que sería. Por alguna razón, que llamaría culpa, Hugh se alejó de ellos en cuanto le dieron el alta pocos días después. Supo más tarde que estaba con la chica de Orlando.

Stella se había presentado con la junta directiva de JetBertwell, fue a la semana de la moda en Nueva York y se preparó para recibir la temporada de otoño en la boutique. Cosas que apenas le habían dado tiempo de ver a Reese, quien junto a las últimas gestiones de la compra de la casa, el trasplante de Ross, ser el nuevo CEO de su empresa y supervisar su propio negocio en crecimiento, tampoco tenía tiempo.

Además, ambos habían abandonado la mansión, él se fue con los niños y ella se fue a su antiguo apartamento, dejando la promesa de estar juntos, algo olvidada.

Llegó a casa dejando las llaves tiradas en la mesa al igual que su bolso. Últimamente tenía mucha fatiga y lo único que le pedía su cuerpo era dormir y dormir más. Además del hambre, era ridícula la cantidad de comida que estaba consumiendo y aún así no se saciaba. Había aumentado sus horas diarias de gimnasio para compensarlo, de lo contrario, sería tres veces ella misma al final del trimestre.

Estaba desabrochando su vestido cuando pegó un salto y dio un grito de susto. Hugh estaba sentado en su sofá, mirándola fijamente, lucía demacrado, más viejo. Nunca lo había visto de tal forma.

—¿Qué diablos haces aquí?— le espetó. No preguntaría cómo entró porque era obvio, él había comprado ese lugar, tenía llaves.

—No puedes dejarme— murmuró en un hilo de voz que la hizo estremecer. Creía que todo estaba bien —Tienes todo mi dinero, todo mi poder, me absorbiste como una maldita sanguijuela. ¿Cómo lo hiciste?

—No sé de qué hablas, Hugh— dijo algo nerviosa. Él no se veía lucido, estaba algo perturbado y eso le asustó.

Miró sobre su hombro la puerta de salida, también los paraguas en el cesto a su derecha. Pensó qué sería más fácil de tomar si todo se volvía un poco violento. No permitiría que Hugh la lastimara o peor, lastimara a su bebé. 

—¡¿Cómo lo hiciste!?— le gritó, haciéndola sobresaltar.

—¡No sé de qué hablas!— respondió desesperada.

—Fui a mi banco, no hay un solo centavo allí. Mis propiedades pasaron a ser tuyas. ¿Por qué? Yo no firmé nada para cederte mis cosas— le temblaba un ojo y Stella se llenó de miedo, no entendía nada, ella no había hecho nada más que sacarle lo que tenía.

Admitía que no lo había absorbido todo como hubiera querido, pero ella solo tenía la casa en Aspen, el apartamento, el auto y el yate. No tenía idea de cuáles eran esas otras propiedades.

—Un momento. Yo no tengo nada tuyo— le advirtió con seriedad —Solo lo que me diste. Investiga a ver qué sucedió.

—¡Fuiste tú!— rugió él poniéndose de pie, haciéndola retroceder algo intimidada.

—¿Te estás escuchando, Hugh? ¡Es ridículo! ¿Cómo podría yo hacer eso?— preguntó algo abrumada. Solo era cuestión de analizarlo, ¿cómo podría ella quitarle todo sin que él se lo cediera? No había persona en la ciudad con tal autoridad para hacerlo, a menos que... —¿Siquiera te has detenido a pensar por un segundo qué tal vez has sido embargado? En vez de venir aquí y acusarme de estupideces.

Lo miró con rabia, no podía creer el mal tiempo que le estaba haciendo pasar. Hugh se tambaleó cuando intentó avanzar hacia ella y entonces descubrió todo el drama detrás del espectáculo. Estaba ebrio, a solo días de sufrir casi un infarto.

—Ya veo que te quieres morir. Por favor, lárgate de mi casa y por favor, procede con el divorcio— le pidió con voz cansada mientras lo veía caminar hacia ella.

My Favorite Sin (+18)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora