La mañana llegó rápida, había mucho jaleo en la casa y Reese solo quería que la pesadilla acabara. No quería ver cómo su padre engañaba una vez más a otra mujer. No le apetecía aparentar que todo estaba bien cuando no era así, su familia estaba rota, su padre era un descarado y sus hermanas eran víboras malintencionadas, al menos la mayor de ellas.Pero sus hijas y su esposa estaban ilusionadas con la idea de ir a la gran boda de Hugh Lambert, que sería obviamente por todo lo alto, una fiesta para comentar en la prensa y en todo lugar.
Suspiró, ni siquiera sabía lo que quería él en ese momento, solo estaba yendo en dirección a la corriente. Jugueteaba con su teléfono en la mano, con un número y nombre reflejado en la pantalla. No debía, pero no podía parar de pensar en ella. Tenía que concentrarse en reconstruir su familia pero le era inevitable no recordar a la morena.
Era el momento de borrar su contacto pero por alguna razón no podía presionar el botón de borrar. Estaba loco, y estaba confundido. No quería hacerle daño a Alessia, pero los recuerdos de esa noche lo asaltaban sin piedad.
—Vamos, Reese, olvídalo ya. No puedes obsesionarte.
Bloqueó el móvil, dejándolo de lado y poniéndose de pie. Tenía que prepararse para el circo al que asistirían. Ni siquiera se había molestado en conocer a la prometida de su padre, así que por respeto debía presentarse a la boda al menos.
Se metió a la ducha para despejar su mente pero fue una misión fallida, bajo el chorro de agua y con los ojos cerrados, la imagen de Stella se manifestaba sin piedad, era una locura. Había quedado con ganas de ella, mucho más que antes, podía sentirla impregnada en su piel, podía sentir su olor incluso. Imaginaba la suavidad de sus labios como si ella estuviera allí besándolo.
Habían pasado solo poco más de veinticuatro horas, aún recordaba cómo se sentía el calor de su cuerpo recostado en el suyo. Estaba perdido.
Levantó el rostro hasta el chorro de agua, había sido la mejor noche de su vida y sabía que no podría olvidarla aunque se obligara. Golpeó los azulejos de su baño con frustración, no podía ser más patético. Ni siquiera la conocía y ya se había involucrado, como si nunca hubiera conocido a una mujer hermosa.
Terminó de bañarse y abrió la mampara, se sobresaltó al encontrar a su esposa en medio del cuarto de baño, por acto instintivo de cubrió, no le apetecía que le mirara la erección de caballo que tenía a causa de otra mujer. Carraspeó algo incómodo, ¿qué hacía allí?
—Alessia— murmuró incómodo —Creí que estabas preparándote con las niñas.
—Al parecer se han vuelto muy autosuficientes y prefieren que Alice las vista— comentó con desánimo y sonrió con amargura.
—Dales tiempo, se acostumbraron a tu ausencia.
—¿Y tú? ¿Te acostumbraste a estar sin mí?— lo miró fijamente, como si quisiera ver dentro de él. Reese frunció el ceño, no tenía una respuesta concisa para eso.
—Fue un largo año, apenas nos estamos recuperando— contestó esquivo y decidió salir del pequeño espacio. Le incomodaba mucho estar tan cerca de su esposa —Es tarde, debemos estar listos pronto.
Pasó por su lado, intentando escapar de allí pero ella lo detuvo con una mano en su muñeca. Él se tensó, se había vuelto todo muy difícil, no podía ni verla a la cara sin pensar en que la había engañado y además de eso, no dejaba de pensar en la que había sido su amante.
—Me huyes, Reese— lo acusó y él suspiró.
—No lo hago.
—Cambiaste después de ese viaje. ¿Qué sucedió allá?— pudo escuchar un atisbo de la mujer histérica en la que se convertía a veces y no quería que volviera a suceder —¿Conociste a alguien?
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My Favorite Sin (+18)
Любовные романыPecado es una palabra que puede interpretarse de muchas formas. Stella lo sabía y tampoco le importaba, ella no creía en tal cosa. No creía en un castigo divino o terrenal. Ella hacía lo que quería, como su madre le había enseñado. Amar no era un pe...