Stella caminó de regreso a su habitación, mientras las hijas de Hugh estuvieran bajo el mismo techo que ella, se escondería en su habitación. Estaba harta de escuchar la voz molesta de Astrid y sus acusaciones.Se dejó caer en su cama con un suspiro. No sabía que tenía Reese pero aún podía sentir sus labios en los suyos y eso se estaba volviendo un problema. No quería estar tan involucrada en algo que obviamente tenía fecha de caducidad y que además de todo, era peligroso. Pero su mente no entendía de riesgos, estaba ensimismada en ese hombre que era prohibido para ella.
Se perdió en sus pensamientos por un largo rato hasta que el sonido de su móvil la hizo despertar del letargo. Miró el mensaje recibido y su pecho aleteó de emoción. Mordió su labio inferior mientras leía la pequeña e inocente propuesta. Claro que le gustaría ir a cenar con él, ya estaba metida en el problema, disfrutarlo un poco más no sería tan malo.
«Me encantaría», le escribió de vuelta a Reese. Esperó para ver si tenía respuesta, pero no llegó, por lo tanto dejó el móvil de lado.
La puerta de su habitación se abrió, sorprendiéndola un poco, levantó de inmediato la mirada para ver como Hugh entraba con una botella en la mano y dos copas vacías en la otra. Sonrió apenas, teniendo un recuerdo de él haciendo lo mismo un par de veces en el apartamento donde solían tener sus encuentros.
—Hola— saludó él, cerrando la puerta con un golpe de su pie.
Stella se incorporó y esperó que él se acercara. Quería escuchar qué excusa tenía para hacerle olvidar la noche anterior.
—Hola— contestó sería.
Hugh se aproximó y le tendió las copas, Stella las tomó una en cada mano y observó como él descorchaba el champán para servirlo con maestría. Luego tomó una de las copas y la chocó con la otra que aún descansaba en sus manos.
—Sé que fui un idiota anoche, y me disculpo por eso, Stella. Te prometí el cielo y te entregué ell infierno anoche— ella alzó una ceja. Era muy bueno con las palabras, y ella lo era mucho mejor con la indiferencia. Lo vio meter una mano en el bolsillo de su traje y luego extraer un juego de llaves —Moví algunos contactos, pretendía darte esto después de nuestra noche de bodas, cuando descansaras en mi pecho pero ya sabes que la cagué.
—¿Y qué es?— tomó lentamente de la espumosa bebida, dándole una mirada juzgante e inquisitiva —¿Vas a comprarme de nuevo?
—Stella, a veces te haces muy difícil de tratar— la regañó haciéndola reír con ironía.
No le importaba en lo absoluto si era difícil o no. La había humillado ante cientos de personas, eso no se olvidaba tan fácil.
—Ve al punto, Hugh.
—Es mi regalo de bodas, amor— le tendió el llavero y ella lo tomó observándolo con duda. ¿Qué le había comprado? —Conseguí la casa de tus sueños muy cerca de aquí, solo necesita unas remodelaciones y será el castillo ideal para la reina perfecta.
Stella arqueó una ceja. Al menos las recompensas ya estaban llegando, sin embargo había más de una llave en el juego y todas eran diferentes la una de la otra.
—¿Y todas las llaves pertenecen a ese castillo?— inquirió con sarcasmo haciéndolo reír.
Hugh se sintió confiado y se acercó a ella hasta abrazarla. Cogió una de las llaves que parecía de automóvil y la separó del resto.
—Esta es de una hermosa lancha que le compré a mi esposa para consentirla— Stella lo miró. No estaba impresionada, no le gustaba navegar pero no negaría que su intento era válido —Y esta es de Stella's Shop.
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My Favorite Sin (+18)
RomansaPecado es una palabra que puede interpretarse de muchas formas. Stella lo sabía y tampoco le importaba, ella no creía en tal cosa. No creía en un castigo divino o terrenal. Ella hacía lo que quería, como su madre le había enseñado. Amar no era un pe...