Reese estaba ofuscado, dos problemas se habían convertido en tres y con la llegada de Alessia, pronto serían cuatro. Le dolía la cabeza para ese punto, pero debía afrontar todas las situaciones que se estaban mezclando. Se acercó a su hija en cuanto la vio y sin decir ni una palabra, la sorprendió con un abrazo.Era su culpa aunque Stella dijera que no, él le estaba dando una carga que a ella no le correspondía y no era justo.
—No estás sola, princesa. Papá te ama y si sientes que te ahogas, recuerda que yo soy tu salvavidas.
—Stella te contó— comentó la adolescente con voz ahogada. Él la tomó de las mejillas.
—Porque era necesario.
—Perdón por ser un problema ahora— su rostro se entristeció y Reese negó con la cabeza rápidamente.
—Tú nunca serás un problema, eres mi hija y listo. Ni una carga, ni un problema, ni una preocupación. Mi hija, recuérdalo siempre. Y tú me importas, tu salud me importa, tus sentimientos me importan, princesa— vio con dolor las lágrimas de su hija emerger de sus ojos tristes y volvió a enredarla en lo que esperaba fuera un abrazo reconfortante.
—Lo siento, papá.
—No pidas disculpas, no has hecho nada malo.
Se quedó un rato consolando a su hija, hasta que vio la raíz de todos sus males acercarse. Odiaba en lo que se había convertido su esposa, odiaba referirse a Alessia de esa forma tan cruel y déspota, pero era la realidad y no podía ocultarla. Él no era un santo, pero ella era la razón principal de que Alice estuviera pasando por el infierno que sabía había en su mente y corazón.
Apretó a su hija de forma protectora una vez que Alessia estuvo frente a ellos.
—Terminemos esto de una buena vez— murmuró con voz trémula, sonaba indiferente y Reese quería pensar que era por el tratamiento que estaba llevando y no porque en realidad no le importaba Ross.
Alice se tensó en sus brazos y se giró para ver a su madre. No recibió ni una mirada de ella, así que él no la soltó, quizá había perdido a su madre pero su padre seguía ahí para ella, para sostenerla cuando la necesitara.
—Te esperan en el laboratorio— le anunció. Quería que todo estuviera listo para la recuperación de su bebé y solo faltaba ella para someterse a los exámenes.
Reese asintió hacia Ben quien llevó a su hija en dirección a los laboratorios del hospital. Los vieron desaparecer y entonces Alice volvió a sollozar.
—Me odia.
—No. Está enferma, solo eso— susurró la misma frase de siempre, sabiendo que era una vil mentira.
—Quiero ver a Ross, papá.
—Vamos con él y tus hermanas— la alentó a caminar y fueron a la zona de infantes donde tenían al bebé.
Al llegar descubrieron a Hugh allí, había aparecido afortunadamente pues él era uno de los siguientes en la lista si Alessia y él no resultaban compatibles. Lo saludó con un asentimiento breve y se acercó a su hijo. Lucía bien, comía de su biberón mientras observaba a todas las personas que lo rodeaban.
Toda su familia estaba allí y agradecía el apoyo pero en ese momento solo deseaba más que la soledad misma, la presencia de Stella. Él era feliz con su pequeña familia, sus hijos y la mujer que quería. Tener a sus hermanas lanzándole dagas con los ojos a su padre no era reconfortante, así que esperaba el momento en que por fin se marcharan.
Veló por su bebé cada minuto hasta que los doctores fueron por él. Salió de la habitación encontrando a Alessia en el pasillo, ni siquiera se había molestado en entrar a ver a su propio hijo. Tenía la mirada perdida, y jugaba con sus dedos compulsivamente. Pasó de ella para ir con la doctora, parecía muy seria y no quería escuchar malas noticias, solo deseaba tomar a su bebé y a sus hijas y volver a casa.
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My Favorite Sin (+18)
RomancePecado es una palabra que puede interpretarse de muchas formas. Stella lo sabía y tampoco le importaba, ella no creía en tal cosa. No creía en un castigo divino o terrenal. Ella hacía lo que quería, como su madre le había enseñado. Amar no era un pe...