Hugh la había llevado con los ojos vendados por unos pocos metros, por lo que supuso que su sorpresa estaba muy cerca de su suite, se sintió un poco decepcionada, pues esperaba algún restaurante elegante, sin embargo seguía en expectativa.Él la hizo detener unos segundos luego le retiró la tela que cubría su visión. Stella inspiró hondo al ver al interior de una suite completamente ambientada para una típica sorpresa romántica. Dio un paso al interior y pétalos de rosas formaban un camino, el lugar estaba tenuemente iluminado con velas y refrescado con aire acondicionado.
Stella se internó en la suite y se topó de frente con una mesa para dos. No sabía cómo reaccionar, ¿por qué hacía eso? ¿Se sentía culpable y quería sentirse mejor? No podía pensar en nada más que Verónica y su hijo. Era inevitable. Y tampoco podía sacarse de la mente a Reese, probablemente en ese momento estaría con él, no allí, donde se sentía repentinamente incómoda.
Sintió los brazos de Hugh abrazarla por la cintura, sus labios posándose en su cuello en una íntima caricia. Su piel se estremeció.
—Una cena— murmuró fingiendo asombro.
—No, una noche solo para complacer a mi futura esposa— susurró cerca de su oído y Stella respiró hondo. Antes hubiera estado encantada, luego de saber la verdad, no le entusiasmaba tanto —Ven.
La llevó hacia la mesa y la hizo sentar como todo un caballero. Hugh se puso de rodillas frente a ella y tomó su mano derecha para besarla con veneración.
—Me estás preocupando— soltó Stella, realmente desconfiada de su comportamiento. Él rio.
—Solo quiero dejarte saber que eres la mujer que amo, quiero consentirte, demostrarte que te haré la mujer más feliz— le brindó una sonrisa encantadora y Stella recordó al hombre que la había conquistado hace años, el señor mayor por el que suspiraba antes de enterarse que era asquerosamente rico, por lo que su interés en él incrementó.
—Ya lo haces— dijo ella suavemente, relajándose al fin.
—No los últimos días.
Hugh metió la mano en su chaqueta y extrajo una caja azul rey que Stella conocía muy bien, era su joyería favorita. Su cuerpo se estremeció, le encantaban los regalos de ese tipo y no podía negar que su prometido sabía qué cosas le gustaban.
—Oh, Hugh— jadeó cuando él abrió la caja revelando una gargantilla de diamantes con la que había fantaseado algunos meses. En medio del collar, unos pendientes a juego —Es preciosa.
Acarició la joya con veneración, amaba los diamantes, les fascinaban y Hugh era consciente de ello y lo usaba a su favor. Sabía que con un par de pendientes de 24 Kilates podía olvidar cualquier conflicto entre ambos. Y esa noche no era la excepción. Todos sus desplantes pasaron a segundo plano mientras ella se veía reflejada en la gargantilla.
—La vi y pensé en ti. Pensé que se vería esplendida en tu precioso cuello.
—Podemos comprobarlo.
Con una sonrisa, Stella recogió su pelo para que su prometido cambiara su collar por la gargantilla, sintió el peso de la joya en su cuello y se sintió completa.
—Exquisita. No hay nada que te quede mal— Hugh la rodeó y besó sus nudillos, mientras la admiraba con sus ojos oscuros —Seremos felices, te lo prometo.
—Lo seremos— concluyó ella con media sonrisa.
Quedaba poco, muy poco para convertirse en Stella Lambert, debía ser paciente y todo sería suyo en cuanto firmara el matrimonio. Sonrió triunfante y tocó los miles de dólares que decoraban su cuello. No sabía si ambos serían felices, pero ella sí lo sería; rica y feliz.
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My Favorite Sin (+18)
RomancePecado es una palabra que puede interpretarse de muchas formas. Stella lo sabía y tampoco le importaba, ella no creía en tal cosa. No creía en un castigo divino o terrenal. Ella hacía lo que quería, como su madre le había enseñado. Amar no era un pe...