Capítulo 14

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Cuando el barman le dio su bebida, la tomó de un trago, dispuesta a ir por su presa de la noche. Aún tenía a Hugh y a Verónica en su cabeza, y sintió rabia, pidió otro whiskey y cuando sintió el licor colisionar en su estómago miró a Rachel como cuando eran adolescentes en una fiesta de fraternidad, con tonta determinación y la estupidez brillando en su mirada.

—Tres shots— apostó con media sonrisa.

—Mmm— su amiga dudó y miró hacia la posible presa de Stella —Lo dudo. Yo diría unos seis shots.

—Que poca fe— se indignó la morena —Cuatro shots y en mi cama... o en el baño.

La rubia la miró con falsa repulsión pero con la diversión dibujada en su rostro. Hacían exactamente lo que muchos hombres, apostar qué tan rápido podían tirarse a un chico. Lo aprendieron con sus amigos de la universidad y se había vuelto un juego muy entretenido cuando estaban en noche de fiesta.

Stella miró en dirección a Reese, era un tipo duro, antes ya la había rechazado, quería saber qué tanto podía aguantar su fuerza de voluntad, tenía curiosidad de descubrir qué tan moral era. Si todo ese discurso que le dio sobre la infidelidad tenía tanto peso después de varios tragos.

—Eres asquerosa— le recriminó Rachel y Stella rio, no le importaba. Ya nada lo hacía —Bien, cuatro shots y te lo tiras, o me debes trescientos dólares.

—Hecho.

Le gritó al bartender para que le sirviera una botella completa de Jack Daniels y un vaso. Cuando su orden fue atendida, le guiñó un ojo a su amiga y la abandonó en la barra para ir directo con Reese.

Se acercó a él bajo la atenta y morbosa mirada de algunos en el bar, tocó su espalda sutilmente con su antebrazo y luego se arrimó a la barra, muy cerca de su costado. Recargándose en la madera de forma relajada y dejando la botella entre ellos. Reese la observó de inmediato y no pasó desapercibido para ella la mirada admirativa que él le dio.

—¿Un trago? Yo invito— le sonrió sin un ápice de coquetería o insinuación, si quería acercarse a él debía empezar con movimientos sutiles.

—Creo que estoy bien— le respondió él con media sonrisa y jamás los labios de un hombre le parecieron tan atractivos e irresistibles.

¿Cómo era posible? Reese era guapísimo y aún así no se aprovechaba de su ventaja. Había conocido muchos hombres guapos en su vida y todos y cada uno gozaban de sus privilegios físicos. Pero él, simplemente lo pasaba por alto. Otro ya hubiese respondido a sus insinuaciones, otro ya se la hubiera cogido y olvidado.

—Difiero de eso. Estás solo, en un bar, con expresión lúgubre— le sirvió del whiskey sin esperar su aprobación —Me parece que estás teniendo problemas y acabas de encontrar la compañera perfecta.

Le dio un ligero golpecito con su hombro en forma de camaradería que lo hizo reír, inevitablemente ella sonrió. Se sirvió a sí misma y levantó su vaso en su dirección.

—Por un día de mierda— propuso.

Reese negó con la cabeza e imitó sus movimientos, chocaron sus copas y luego bebieron todo el contenido de un solo trago.

—Quisiera disculparme por lo de la otra noche— murmuró él por encima de la música.

—Si bebes conmigo, puedo considerarlo— se arriesgó a coquetear, con una sonrisa ladina.

Sintió el dulce sabor de la victoria cuando no percibió rechazo en el rostro divertido del hombre. Volvió a servir el licor para ambos y probó suerte con una técnica que jamás había probado con un espécimen masculino antes: hablar. Era absurdo, irreal tal vez, pero le parecía el tipo que le gustaba conversar.

My Favorite Sin (+18)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora