Estaba metiendo el pie en su tacón cuando escuchó ruidos afuera de la habitación, así que se tensó. No se quedaría allí ni un segundo más, si tenía que luchar con Hugh para ganar su libertad lo haría. Ya estaba harta de ser manejada como una marioneta, no lo permitiría más.No se sentía ella misma, la antigua Stella no habría permitido ni siquiera una amenaza por parte de Hugh. Era el momento de invocar a la mujer que se había dormido las últimas semanas y sacarla a jugar un poco. Los papeles debían invertirse, la víctima tenía que convertirse en victimaria.
Tomó una profunda respiración y caminó con determinación afuera de la habitación, topándose con Verónica forcejeando con Alessia. Stella esbozó una sonrisa maquiavélica en cuanto la rubia se percató de su presencia.
—¡La soltaste, tonta! —le recriminó a Verónica y Stella rio.
—Por supuesto que lo hizo, no está loca como tú. Tanto Hugh y tú van a pagar esto con creces —advirtió con voz tétrica. Dando paso a la desconfianza en Alessia.
—¿Qué se supone que vas a hacer? —Alessia intentó parecer segura, pero no era así. Vaya que no.
Stella se acercó un paso amenazante y ella retrocedió, cosa que la hizo sentir extremadamente poderosa. Era una vil rata y no sabía cómo había engañado a Reese por dos décadas pero ya se le había caído su velo y todo lo que ambicionaba, se lo arrancaría de la mano: dinero, Hugh, a Reese, incluso a sus hijas. Y entonces sí se volvería loca en realidad.
—¿Qué no he hecho? Debería ser tu pregunta. Enamoré a tu esposo al punto de la locura, tus hijas me adoran, ni siquiera te mencionan. Alice me cuenta todo, le encanta pasar tiempo a mi lado, Diane prácticamente no puede vivir sin mí, hace todo conmigo y Ross... él me dice mamá y la única figura materna conocerá seré yo y solo yo, y tú no serás más que un borrón en sus vidas. —Quizá exageró un poquito en cuanto a Ross, pero Alessia no tenía porqué saberlo. Era su juego, ella tenía las riendas y se encargaría de que aquella mujer sufriera.
—Tú podrás ser la zorra de Reese, pero yo seguiré siendo la madre de mis hijos —gruñó con rabia, había tocado una fibra sensible en ella y eso era estupendo.
—Pasa por la casa cuando quieras, loquita. Verás que no miento. —Stella pasó por su lado con una sonrisa soberbia. Sin embargo detuvo su andar. Debía ponerle la guinda al pastel—. Oh cierto, no podrás hacerlo, porque estarás en la cárcel.
Sin más la dejó allí, en medio del pasillo y con fuertes pisadas bajó las escaleras. Imponiendo su presencia. Hugh la miró con ojos abiertos e impresionados. No esperaba que ella estuviera lúcida y lista para la batalla, pero sí que lo estaba y habían provocado a la bestia. Stella se encargaría de arruinar la imagen pública de Hugh; por lo que le había hecho, lo destruiría, le quitaría todo lo que más apreciaba en el mundo: su maldito estatus social.
—No —lo escuchó murmurar, incrédulo.
—Oh, sí, mal nacido —gruñó entre dientes—. Y estás jodido.
Miró al hombre detrás de su marido y su sonrisa malvada se ensanchó. El momento no hacía más que mejorar.
—El notario, voy a suponer —afirmó, terminando de bajar al primer piso. El hombre, más que confundido, asintió—. Stella, la mujer drogada y secuestrada para que pueda firmar los papeles que usted piensa notariar.
—¿Qué? —El notario frunció el ceño.
—¡Stella!
—¡Silencio! —gritó ella, imponiéndose sobre Hugh—. Cometes un delito, entonces lo afrontas, maldita sea. Te voy a hundir, Hugh Lambert. A todos ustedes. Lamentarán haberse metido con la mujer equivocada.
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My Favorite Sin (+18)
RomancePecado es una palabra que puede interpretarse de muchas formas. Stella lo sabía y tampoco le importaba, ella no creía en tal cosa. No creía en un castigo divino o terrenal. Ella hacía lo que quería, como su madre le había enseñado. Amar no era un pe...