Capítulo 56

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No podía concentrarse. El trabajo se amontonaba en su escritorio, tenía demasiadas cosas en su cabeza y se sumaba Stella a todo. Sabía que no estuvo presente en los últimos días, pero era demasiado qué hacer al mismo tiempo. Esperaba solucionar todo en pocas semanas, poner todo en orden y volver a estar con su familia. Porque no solo era Stella, las niñas también estaban sufriendo su ausencia.

Estaba volviendo a ser ese esposo ausente que fue con Alessia algunas veces y lo estaba odiando.

Golpeó la mesa frustrado y miró el teléfono, quería escribirle a Stella, saber cómo estaba, si estaba cambiando de parecer. Se volvería loco si ella lo dejaba, la tenía grababa en su piel con tinta indeleble y si ella acababa lo que tenían, dolería demasiado. De solo pensar en su propuesta de separarse, la cabeza le daba vueltas.

Fue fiel a su promesa y no le escribió, quería que se extrañaran, bien, él lo estaba haciendo con cada célula de su cuerpo y estaba más que convencido de que tenerla como su mujer fue la mejor decisión de todas. Adoraba a Stella como jamás lo había hecho por alguien, la amaba casi al punto de la locura, quería estar con ella, criar a su bebé. No quería dejarla ir.

Intentó sumergirse en todas las cosas que tenía que arreglar gracias a la mala gestión de Hugh, pero simplemente no podía, Stella no salía de su cabeza, la forma en que se había ido en la mañana, como si huyera de él, lo estaba torturando. Decidió respirar un poco y salió de su oficina para ir a buscar un café. En todo el camino a la cocina saludó apenas a algunos empleados que se le acercaban, no estaba de humor.

Mirando su café pensó que era casi la hora del almuerzo, tal vez podía pasar por la boutique, llevarle algo de comer y que ella lo convenciera de que todo iba bien. Tenía miedo. Ya no imaginaba su vida sin ella.

—Ya basta, Reese. Suenas como loco— susurró entre dientes.

Se acercó a la máquina dispensadora y se compró unas galletas. Con todo en mano decidió regresar a la oficina, si quería que todo saliera bien con Stella, debía terminar todo el trabajo extra que tenía. Era la única manera de volver a retomar su vida, su intimidad.

Ya de vuelta en el estudio, escuchó su móvil sonar. Confundido lo sacó de su bolsillo con celeridad, podría ser Stella, pero no, era un número sin registrar. Dudó entre sí tomar la llamada o no, no tenía ganas de hablar con nadie. Entonces pensó en Ross, podía ser del hospital, así que presionó el botón verde.

—Reese— dijo al teléfono.

—¡Reese, menos mal!— respondió una voz chillona que no reconocía. Frunció el ceño.

—¿Quién habla?

—Rachel. Soy amiga de Stella. Tomé tu número del directorio pero no sabía si ibas a contestar y es bueno que lo hayas hecho porque estoy muy preocupada...

—¡¿Qué sucede con Stella?!— le gritó interrumpiendo su palabrería, con solo mencionar su nombre ya era suficiente para ponerle alerta. Ella estaba vulnerable, estaba en gestación, temía que algo fuera mal —¿Dónde está?

—Lo siento, hablo mucho cuando me pongo nerviosa— rio la mujer del otro lado de la línea y él apretó los labios, odiaba que vacilara tanto —Es Stella, no está mal... creo. Pero la vi muy extraña.

—Explícate— le ordenó, sintiendo los primeros síntomas de una migraña.

—Vino Hugh a verla— la sola mención de su padre lo hizo tensar —Hablaron pocos minutos en su oficina y luego salieron juntos. Ella dijo que volvería en seguida, pero parecía ida, muy relajada y calmada para ser Stella. Diría que parecía un robot, sin nada de emociones.

My Favorite Sin (+18)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora