Capítulo 33

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Al llegar a la tan soñada mansión de su marido sintió un enorme vacío, era tal como la imaginaba, enorme e imponente, pero no era así que esperaba su llegada triunfal. Sin esposo que le hiciera un tour, sin vestido de novia y con su mejor amiga como única acompañante... temporal.

—Creo que aquí te dejo, amiga. Fue una noche espectacular— se despidió Rachel desde el auto y Stella suspiró.

—Para ti y quienes se regodearon con mi miseria— masculló, aferrando su bolsa con la mano —Te veo en la tienda mañana.

—¿Mañana?

—¿Crees que habrá luna de miel? Estoy llegando sola a casa en mi noche de bodas, Rachel, eso debería ser más que obvio— dijo con amargura, renunciando a ese viaje a Abu Dhabi que había fantaseado.

—Lo siento tanto, amiga.

—Yo también.

Con una mueca de pesar, Rachel se despidió de ella nuevamente. Stella bajó del auto y atravesó el camino de piedra hasta la puerta de la mansión. El sentimiento de abandono era horrible y no quiso admitir que la vida la estaba castigando por la perra que había sido.

Y no aceptaría ese castigo, la vida misma la había obligado a ser quien era y no iba a cambiar por un capricho, por la llegada de alguien o porque le llovieran miles de problemas. Ella se mantendría firme, digna y enfrentaría al mundo como siempre lo había hecho, con superioridad.

Tocó la campana de la casa varias veces hasta que fue atendida. Una mujer vestida de etiqueta le abrió la puerta y se sorprendió de verla, así que supuso que ya todos sabían quien era Stella Greene y el lugar que ocuparía en esa casa.

—Señora Lambert, ¿está sola?— miró detrás de sus hombros con asombro.

—Desde el día que nací— contestó de mala gana, ingresando a la casa pasando por el lado de la mujer sin educación alguna —Muéstreme mi habitación, por favor.

Ni siquiera se detuvo a admirar el interior de la casa, no le importaba, tan pronto como pudiera lo cambiaría a su estilo, para eso era la señora, se encargaría de sus roles mientras vivía como reina y desdichada.

La mujer se le adelantó y la condujo por las escaleras hacia el segundo piso.

—Soy Mercie, puede llamarme para todo lo que necesite. Su habitación es la última del pasillo— la guió hasta la puerta y la abrió para ella —El señor no acostumbra a compartir aposentos con sus esposas, y me pidió que le dijera que la habitación de él queda justo enfrente de esta.

Aquella declaración impresionó a Stella. ¿No compartirían habitación? Las cosas no hacían más que empeorar con los segundos que pasaban.

—Gracias, Mercie. Puedes retirarte.

—¿Quiere que le prepare el baño? ¿Una cena?

—Una ensalada estaría bien, yo me encargo de mi baño y por favor avíseme cuando Hugh llegue a casa— le sonrió apenas y la mujer se retiró con un asentimiento, dejándola a solas —Aquí estamos, Stella, ganaste. ¿Pero a qué costo?

Se quitó la ropa que vestía dejándola caer en el suelo como un charco de sangre fresca. Admiró su lencería de novia, era sensual, hermosa y un completo desperdicio. Se la quitó también quedando completamente desnuda, dio unos pasos hasta el espejo de cuerpo completo en la habitación y contemplando a la mujer que la miraba en el reflejo, la misma mujer que bajó la mirada a un costado de su seno derecho. Stella rápidamente se tocó allí, había un pequeño moretón rojizo que no había notado antes.

Asombrada por su descubrimiento, lo ocultó con su mano. Era un chupetón, estratégicamente ubicado, pero una prueba al fin de su aventura. Había sido un alivio que Hugh no la hubiera tocado la noche anterior, porque hubiera sido incómodo que él viera la marca de otro hombre en su piel.

My Favorite Sin (+18)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora