Capítulo 25

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No quería dejarla ir, no quería quitar sus brazos de alrededor de su cintura porque sabía que restaban solo pocas horas para que la fantasía se acabara. Lo sabía, sabía que no tendría suficiente de ella, el sexo no había hecho más que aumentar las ganas de estar con esa mujer una y otra vez.

Estaban piel contra piel, con su cara dentro del cuello femenino respirando su grandioso olor mezclado con sexo, olía también a él, la había marcado, era suya. Cada momento, cada segundo que pasó se sintió en el paraíso, ella lo llevó al punto máximo de la satisfacción. Estar en Stella fue magnífico y quería volver a hacerlo hasta la saciedad.

Había olvidado cómo era estar con una mujer, lo maravilloso que era el sexo, pero estaba seguro que con Stella fue distinto, fue más que placentero, fue formidable. Amó hacerle el amor y amaría adorarla lo que restaba de la noche.

Salió de ella lentamente y escuchó un jadeo de su parte, lo que lo hizo sonreír. Se retiró de su cuello para verla a la cara, Stella se notaba somnolienta, satisfecha, feliz. Le acarició el rostro con ternura, ella era hermosa, perfecta, y en ese momento a diferencia de la dura mujer que aparentaba ante los demás, una dulce chica le sonreía.

—¿Cómo estás? ¿Te he lastimado?

—No, fuiste genial— no pudo evitar sentirse orgulloso.

La besó con suavidad, saboreando sus labios. La agarró firmemente de la cintura con su brazos y con la otra mano la sostuvo del muslo para cargarla. Stella enredó sus piernas en su cintura y se separaron apenas para que él pudiera caminar con seguridad fuera del Jacuzzi en dirección a la suite.

Al llegar a la habitación, la dejó en el piso mas no se separó de ella, no lo haría hasta que fuera estrictamente necesario. Acarició su cintura con devoción, su piel le parecía perfecta, la miró a los ojos, aquellos orbes marrones le rogaban con la mirada que la tomara de nuevo y cumpliría sus deseos, pero primero la vería, grabaría su figura y su belleza en sus retinas para cuando llegara el momento de separarse.

Subió sus dedos por sus costados hasta llegar a la tela de su blusa, la retiró con lentitud, eliminando la última prenda que ocultaba su anatomía. Dio un paso atrás para admirarla, tenía cuerpo de reloj de arena, a simple vista muy entrenado, piel tostada en contraste con su pelo chocolate, y pechos turgentes de pezones marrones. Era una diosa.

Volvió a arrimarse a ella y la besó, no podía apartar sus labios de esa mujer. No quería dejar de besarla jamás y quería estar siempre perdido en su calor. Sus manos recorrieron cada zona de su cuerpo, para conocerla a ciegas. Sentía una opresión en el pecho que no entendía, una emoción apabullante cuando sus labios se rozaban.

Fue consciente de que su erección, la que no había bajado del todo, crecía más. Necesita volver a estar en Stella, quería más de ella, perderse en esa mujer y no volver nunca a la realidad. Sintió sus manos en su espalda, recorriéndolo con parsimonia mientras su beso subía de intensidad. Jadeos se sumaron al acto y la excitación comenzó a manifestarse en piel erizada y pequeños gemidos.

Stella deslizó sus manos delicadas por su espalda baja y se perdieron dentro de su bóxer, tocó su trasero con gula a la vez que deslizaba la tela hacia abajo. Se separó de ella a regañadientes para desaparecer la ropa interior, ella esperó pacientemente, con los labios hinchados, pupilas dilatadas, mejillas sonrojadas y pecho alterado por la respiración. Se veía hermosa así.

Reese eliminó la distancia entre ambos, uniendo sus cuerpos a más no poder, acarició el rostro de su musa, no podía parar de admirar su belleza. ¿Cómo iba a olvidarla luego de esa noche? Había sido mala idea dar rienda suelta a la lujuria, porque después de traspasar esa línea no había vuelta atrás. Y lo sabía, pero no le importaba.

My Favorite Sin (+18)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora