Sabía que se había precipitado, se había lanzado de cabeza por un acantilado y la caída fue mortal. Había recibido una media sonrisa de Stella y un enorme silencio que fue muy comunicativo. Él era el único estupido que estaba poniendo los sentimientos de por medio.Aún así, seguía queriendo más de ella. Había pasado un mes desde entonces y se habían visto pocas veces, cada una más intensa que la otra. Hasta que ella se fue de luna de miel hacía ya dos semanas y sentía que moriría, de celos y por no tenerla.
Llegó agotado a la casa después de volar casi veinticuatro horas seguidas en dos vuelos, ida y vuelta, hacía Japón. Estaba molido y lo único que quería era dormir. Sus hijos estaban pasando el fin de semana con sus abuelos, la nueva casa estaba en proceso de compra todavía por lo que no tenía nada pendiente, y la mansión de su padre estaba completamente vacía, cosa que agradeció. El personal de servicio estaba libre por varios días y su hermana menor estaba con sus otras hermanas, así que dormiría diez o doce horas sin interrupciones si era posible.
Se dio una ducha reconfortante y bajó al primer piso para prepararse algo de comer antes de ir a dormir, entonces escuchó ruido que provenía de la cocina. Frunció el ceño pues pensó que estaba completamente solo, ingresó a la estancia e inhaló una fuerte bocanada de aire cuando vio a Stella de espaldas, con una tanga que no dejaba nada a la imaginación. Vestía un diminuto bikini, y una coleta alta que la parecía ver más juvenil.
¿Qué hacía allí? ¿Cuándo había llegado?
—¿Sabes qué, Stella? Eres un asco en esto, no es tu fuerte estar en una cocina. Ordena comida si no quieres morir de hambre— gruñó entre dientes para sí misma, entonces dio la vuelta y pegó un grito al mismo tiempo que un saltito. Reese rio.
—Hola.
—¡Me asustaste! Creí que estaba sola— le recriminó. Vio fuego en su mirada, así que supo que de buen humor no estaba.
—Puedo decir lo mismo. ¿No estabas de luna de miel?— pulló, sin ocultar su disgusto.
—Me peleé con tu padre. Me abandonó en Abu Dhabi porque tenía una emergencia de trabajo— sonó enfurecida y él hizo una mueca de incomodidad que no pasó desapercibida, su furia se convirtió en ira —No hay ninguna emergencia de trabajo, ¿cierto?
—De ser así, lo sabría— contestó él con tranquilidad y su piel canela se volvió roja.
—¡Soy tan estúpida!— vio como sus ojos café se llenaron de lágrimas, aunque ella intentó ocultarlo.
—Lo lamento, Stella— susurró acercándose a ella y tomándola de la barbilla suavemente —Odio que estés pasando por esto.
—No, Reese. Yo lo lamento. Yo me busqué esto— su voz se quebró y eso le sentó mal. Estaba pasando, su padre estaba arruinando a otra mujer.
Intentó marcharse, pero él la detuvo, la abrazó por la espalda y la refugió en sus brazos. Daría todo lo que tenía para que ella renunciara a Hugh, incluso si no estaría con él. Solo quería verla lejos de su padre, impedir que él la consumiera hasta la muerte como a las demás.
Enterró su nariz en su cuello delicado, dejándose embriagar por su aroma adictivo.
—Déjame darte todo lo que quieras, Stella. Si eso es lo que te motiva a estar con él, yo puedo darte más de lo que él podría ofrecerte.
Ella se quedó en silencio, dándole una respuesta muy clara. No estaba dispuesta a separarse de Hugh y eso le enojaba. No había nada que lo atara a él, ¿por qué no lo dejaba? No tenían hijos, no se querían, se engañaban el uno al otro. Era ridículo.
ESTÁS LEYENDO
My Favorite Sin (+18)
Любовные романыPecado es una palabra que puede interpretarse de muchas formas. Stella lo sabía y tampoco le importaba, ella no creía en tal cosa. No creía en un castigo divino o terrenal. Ella hacía lo que quería, como su madre le había enseñado. Amar no era un pe...