—Papá.Reese estaba saliendo de la ducha cuando su hija lo interceptó. Se mostraba dudosa, algo triste y supo que de nuevo Alessia había llamado. Alice tenía ese brillo de desolación en sus ojos azules que le rompía el corazón. Temía que su pequeña saliera muy afectada de todo eso, con depresión, ansiedad o alguna otra enfermedad seria a raíz de la constante exposición a sus problemas con su esposa, y no era justo.
—Cariño, ¿qué sucedió?
—Me dijo tantas cosas, papá— la chica sollozó, pero parpadeó rápidamente, recomponiéndose, como si no quisiera llorar más. Eso llamó la atención de Reese —Me dijo que estaba enamorada de ti y que por eso le ocultaba cosas. Entre otros insultos más que no quiero repetir.
—Lamento que estés pasando por esto, amor. Prometo que voy a arreglarlo— frunció el ceño, no sabía qué más decir. Había hecho muchas promesas y no sabía si podía cumplirlas.
La mirada de Alice se endureció un poco, cosa que lo hizo estremecer. Ella estaba enojada, y la entendía, las personas que debían protegerla y cuidarla, le estaban arruinando la vida.
—No. No puedes arreglar nada, papá. Solo quiero que la alejes de mis hermanos, no quiero que las gemelas pasen lo mismo que yo— le dijo con dureza dejándolo sorprendido. ¿De repente qué había cambiado? —No quiero vivir bajo su mismo techo, ya no lo soporto.
—Alice...
—No, papá. Se acabó. Ya no puedo más— su voz se quebró y Reese sintió que era el peor padre de todos, por permitir que todo llegara tan lejos, por no admitir desde un principio que Alessia era tóxica para sus hijos. Por no permitir desde un principio que ella recibiera ayuda.
Se acercó a su hija y la abrazó, porque no tenía palabras para decir. Estaba avergonzado.
—Sí, se acabó— murmuró.
Al día siguiente regresarían a Canadá y tenía muchas cosas que arreglar, desde la hospitalización de su esposa hasta reconstruir la paz en sus hijos, para que pudieran crecer sin un trauma a raíz de las discusiones que siempre tenía con Alessia.
Se vistió tras la marcha de Alice de su habitación, se dispuso a darle las buenas noches a cada uno de sus hijos. Hasta que llegó la mayor, quien descansaba en la cama con la mirada perdida. Lo que tanto había temido había sucedido, ya uno de sus hijos estaba afectado, estaba viviendo un infierno a causa de un matrimonio tóxico. ¿En qué momento se había convertido en una locura?
Se acercó a su hija ya no tan pequeña y besó su frente con dulzura.
—Te amo. ¿Lo sabes, hija?
—Lo sé. Y también sé que eres el mejor papá del mundo— respondió la chica —Sé que harás lo mejor para nosotros, pero te estás tardando— lo miró con sus enormes ojos expresivos y Reese se sintió miserable. Los estaba obligando a vivir un infierno, debía cambiar eso —Pásala bien en tu cita.
—¿Cómo sabes...?— Reese frunció el ceño.
—Te vestiste elegante, hueles bien y te afeitaste la barba. Si no estás así por una cita, no sé por qué lo harías— Alice sonrió pícara y él rio. No respondería a eso. Ella no tenía que saber de sus aventuras nocturnas.
—Buenas noches. No te duermas tan tarde.
—Adiós, papá.
Suspiró alejándose de ella, miró alrededor de la habitación, las gemelas jugaban con sus consolas portátiles y Lizzie dormía junto a Alice. Los más pequeños también dormían en la habitación que compartían con Christin.
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My Favorite Sin (+18)
RomansaPecado es una palabra que puede interpretarse de muchas formas. Stella lo sabía y tampoco le importaba, ella no creía en tal cosa. No creía en un castigo divino o terrenal. Ella hacía lo que quería, como su madre le había enseñado. Amar no era un pe...