Capítulo 59

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Stella sintió cómo Reese la levantaba, sacándola del agua y llevándola en brazos a algún lugar. Mientras tanto sus labios seguían en los suyos, tomando su alma en un beso voraz. Sintió frío mármol en su trasero y luego él la obligó a mirarlo. Sus respiraciones estaban elevadas, sus ojos inyectados de deseo.

Reese la volvió a besar, de una forma tan primitiva que le erizaba la piel. Era como un grito de auxilio, como si le pidiera algo con sus labios y entendía el mensaje, vaya que sí, pues ella le suplicaba lo mismo: no volver a separarse jamás.

Sus manos cobraron vida, tiró de la camisa de Reese para sacársela. Algunos botones saltaron facilitando la hazaña, con sus dedos fríos tocó el torso firme de su amante y lo sintió estremecerse. Él abandonó su boca y fue a su cuello, devorándolo cual animal hambriento, provocando una revolución de éxtasis en su interior. Gimió en respuesta y se aferró a su cuello, queriéndolo sentir todo lo cerca posible.

Tocó su espalda moldeada y tiró de su pelo castaño, provocando un gruñido por parte de él. Sus toques eran rudos, la forma de besarse era feroz, estaban sacando todo, enojo incluido. Reese apretó sus muslos con sus manos grandes y la pegó a su entrepierna. Podía sentir lo duro que estaba, lo ardiente de su cuerpo y la excitación con cada jadeo.

Sus rostros estuvieron a centímetros otra vez, Reese la veía como la más erótica de las diosas haciéndola arder de placer. Mordió su labio inferior suavemente, arrancándole un pequeño gemido. Escuchó cómo se deshacía del cinturón y sonrió provocativa. Reese la besó lentamente, de una forma tan peculiar que la hizo humedecer.

La sostuvo con algo de tosquedad por el cabello y con la otra mano la arrastró a la orilla del lavabo, pegándola a su ingle, haciéndola conocedora de su pene endurecido listo para entrar en ella. Stella gimió cuando Reese empezó a sumergirse en su interior, con una lentitud agobiante. Abrió la boca para emitir una súplica pero él la interrumpió, lamiendo sus labios sutilmente, gesto que la hizo estremecer.

¿Por qué no había conocido a ese Reese perverso hasta ese momento? Hizo una nota mental de enojarlo más seguido.

Su amante se separó solo un poco y luego la embistió con dureza, haciéndola gritar de goce. Sin soltar su firme agarre en su pelo arremetió contra ella en una serie de acometidas que la hacían vibrar de placer y gemir a todo pulmón. Reese jadeaba a centímetros de su boca, preso también del júbilo. Sin apartar la mirada el uno del otro, se tomaron con rigor, casi al punto de la violencia.

Stella podía  sentir como sus piernas se acalambraban pero no le importaba, solo quería mantener esa mirada de fuego clavada en ella hasta el final de sus días.

Podía sentir como gracias a su excitación, Reese podía deslizarse con facilidad, estimulando todo su ser, causando estragos en cada una de sus sensibilidades. Se contrajo cuando una corriente de placer la azotó duramente. No quería que parara, justo así era perfecto. Él podía alcanzar su punto G y ella podía viajar en una estela de gloria.

Reese tiró bruscamente de su pelo, obligándola a levantar la barbilla y dándole espacio para que besara su cuello, Stella gimió ante el gesto y el brío con el que lo había ejercido. Era como un lobo hambriento y eso le encantaba.

Se sostuvo apoyada en sus manos para soportar la fuerza con la que Reese arremetía contra su cuerpo. Comenzó a sentir como el orgasmo se construía en el fondo de su vientre bajo y gimió aún más fuerte. Cerró los ojos presa de su placer, dejándose arrastrar por las millones de sensaciones que se estaban manifestando en su cuerpo.

En el momento exacto en el que se convulsionaba por el clímax, Reese la besó, tomando su orgasmo. Se corrió casi abrazada por su amante, a su alrededor, mientras él seguía haciéndola suya.

My Favorite Sin (+18)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora