Capítulo 32

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Había bebido en toda la fiesta y el grado de alcohol en su sistema inhibía todo su pudor y su raciocinio lo suficiente para seguir a Stella sin remordimiento y sin importarle que su esposa estaba allí y que la mujer que deseaba se acababa de casar con su padre.

No podía simplemente olvidar lo que había pasado, la tenía grabada en su sistema aún y aunque quisiera no podía sacarla tan repentinamente. Mucho menos cuando se veía tan hermosa en ese vestido Borgoña, lo estaba volviendo loco.

Volver a tenerla envuelta en sus brazos, con sus labios unidos en una exquisita caricia se sentía como el paraíso. Acarició la piel de su espalda con devoción y luego la sostuvo de las mejillas con extrema delicadeza. No quería separarse pero la falta de aire se estaba volviendo insoportable, unió sus frentes y se quedaron allí en silencio por largos segundos, con la respiración agitada y los ojos cerrados.

—¿Qué haces?— cuestionó ella suavemente, sin un ápice de reproche en su voz, solo curiosidad.

—No lo sé— contestó confundido. Y era la verdad, no sabía que hacía. Solo se dejaba llevar.

—No podemos hacer esto, Reese, no aquí. Es un riesgo— Stella intentó separarse pero él la sostuvo de los hombros para que no se alejara —Es mi boda... con tu padre.

—No me importa— soltó sin pensarlo, solo la tenía a ella en mente y la forma en que habían hecho el amor el sábado en la noche, nada más importaba —Mi padre es un idiota, tiene mujeres en cada esquina, te engaña con docenas de ellas, tiene hijos a tus espaldas. ¿De verdad quieres vivir ese infierno? ¿A qué costo?— la acusó como último recurso. Solo quería que ella le hiciera sentir de nuevo como esa noche.

—¿Y qué me ofreces tú? ¿Ser tu amante? Porque es obvio que tu mujer jamás te dará el divorcio. ¿O quieres que críe seis niños que no pedí?— se alejó de él enojada, dejándolo perplejo y algo indignado. Él jamás insinuaría algo así, obviamente tenía que arreglar su vida pero él nunca cometería los errores de su padre. Stella le gustaba demasiado y lo único que necesitaba era tenerla a su lado.

—Estás a la defensiva.

—No, Reese, no lo estoy— ella lo miró a los ojos, con tanta resolución que de repente su determinación flaqueó —Te abro los ojos. Te juro que siento lo mismo que tú, la necesidad de tener más de ti pero seamos honestos, esto no es más que deseo. No podemos renunciar a lo que tenemos por arriesgarnos con algo que no conocemos y que no tenemos idea de qué tan lejos llegará. Sería inmaduro actuar así, yo amo a tu padre, tú tienes tu familia, así deben quedarse las cosas.

—No— protestó él, dando un paso cerca de ella.

—Reese...

—No puedes decir todo eso mientras lo único que piensas es en mí, lo veo en tu mirada— se acercó más, dejando a Stella paralizada en su lugar.

—No me conoces.

—¡Que importa, mierda!— gritó frustrado —Mi cuerpo te conoce y el tuyo aclama al mío. ¿No es así?

Tocó su mano como prueba de sus palabras y sintió aquella magnífica sensación de cosquilleo que sucedía cuando se tocaban. Reese se arrimó a ella, tan cerca que sus alientos se tocaban y la miró a los ojos, subiendo su toque por todo su brazo y sintiendo su piel erizarse.

—Dime si mi padre provoca eso con solo tocarte— le susurró sobre los labios y ella liberó un pequeño jadeo que lo hizo sonreír —Dime que mi padre te hace suspirar de placer solo con su cercanía— llevó su mano hasta el cuello de Stella y ella abrió ligeramente la boca aclamando en silencio que la besara —Dime si mi padre puede hacerte arder de placer solo con el roce de sus labios— rozó sus labios en efecto y Stella tembló bajo sus dedos. Bajó su mano hasta la cintura femenina y la atrajo a su cuerpo, que se moldeó a la perfección con el suyo. Las manos de Stella descansaron en su pecho como si pertenecieran allí —Dime si mi padre hace que tu corazón lata como loco.

My Favorite Sin (+18)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora