No quería creer ni por un segundo lo que sus ojos estaban viendo. Tenía que ser una puta broma y le estaban viendo la cara de estupido, la mujer que estaba perturbando sus pensamientos, con la que había fantaseado todos esos días, con la que faltó a sus votos y con la que había pasado las mejores horas en un cuarto de hotel, era la misma que iba a contraer nupcias con su padre.Estaba incrédulo, enojado. ¿Cómo era posible tanta mala suerte? Stella parecía incluso más sorprendida que él, su rostro palideció en cuanto sus miradas se encontraron. Lo repasó, a él y a las niñas, como intentando convencerse de que estaba viendo bien.
La situación sobrepasaba lo absurdo, quería ir allí y tomarla del brazo para pedirle explicaciones, pero no podía hacer eso. Sería ridículo, lo único que pudo hacer fue apretar los labios y ver con pesar como ella se recomponía rápidamente y seguía su camino ante la confundida mirada de los invitados después de su abrupta interrupción.
—Oh, oh— murmuró Jessie y su gemela la secundó con una risilla divertida.
Al menos a alguien le divertía la ironía de la vida. Miró a Alice quien le hacía una seña de silencio a Lizzie y suspiró, estaba demasiado impresionado para decir algo. Miró a su esposa, quien fruncía el ceño ante la mujer que se convertiría en la esposa de su padre.
Reese sintió un gusto amargo en la garganta, estaba siendo castigado, no tenía otra explicación. Tuvo el valor de volver a verla, se veía majestuosa con ese vestido de novia, parecía una novia de la realeza. No podía creer que hacía apenas un día la tenía envuelta en sus brazos, suspirando de satisfacción tras hacerle el amor y que se reencontraran en la peor de las coincidencias.
Apretó las manos en su costado, no quería admitirlo pero estaba enojado, con el mundo, con él, con ella, con su padre. No quería seguir siendo espectador de esa burla. Recordó lo que le había dicho en el bar del hotel aquella noche: que había descubierto que su prometido la engañaba, y quiso reír con sarcasmo. Su padre no sólo la engañaba, había tenido un hijo con otra y tenía dos azafatas de la aerolínea en la mira. Hugh era un bastardo y ella se estaba casando con él.
La ceremonia dio inicio en cuanto ella llegó al altar, disimuladamente le lanzaba miradas, parecía nerviosa, desconcentrada. No atendía a lo que el juez le decía y en sus ojos brillaba la inseguridad. Reese por el contrario estaba inmerso en ella sin ningún disimulo, después de todo ella era la novia de una gran boda, ella era el centro de atención.
Repasó cada uno de sus rasgos, sus ojos ligeramente rasgados, cargados de incertidumbre, sus mejillas, su nariz perfilada, sus labios carnosos, esos que besó hasta que estuvieron rojos e hinchados, su cuello largo, el mismo que había devorado, descubriendo sus zonas más sensibles.
Era un imbécil, «un maldito estupido», se regañó con rabia. Debió leer las malditas señales, estaban en el mismo lugar, venían del mismo país, hospedados en el mismo hotel por los mismos días, regresaban el mismo día, luego lo que ella le había contado de su prometido, las coincidencias que tenía con la situación de su padre. Pero estaba cegado por su belleza, anuló su cerebro y quería golpearse por ello.
—Papi, me estás lastimando— se quejó Diane en un susurro y entonces supo que todavía la tenía retenida y que apretaba sus dedos en su pequeño hombro. Se sintió peor.
Tomó a su hija en brazos y la misma se aferró a su cuello, antes había querido correr a los brazos de Stella, mas la había detenido justo a tiempo.
—Lo siento, cariño. Papá no se siente bien pero no lo volverá a hacer— le murmuró cerca del oído y la pequeña asintió.
—Papi, ¿por qué Stella está con el abuelo?— le respondió de vuelta y se tensó aún más si era posible.
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My Favorite Sin (+18)
RomancePecado es una palabra que puede interpretarse de muchas formas. Stella lo sabía y tampoco le importaba, ella no creía en tal cosa. No creía en un castigo divino o terrenal. Ella hacía lo que quería, como su madre le había enseñado. Amar no era un pe...