Stella despertó de pronto, con su mirada recorrió el lugar a su alrededor y maldijo entre dientes. No debió quedarse dormida, fue un error colosal. Miró a Reese, él dormía pacíficamente y aunque su pecho estaba muy cómodo, debían volver a la realidad, una muy peligrosa pues a diferencia del hotel en Orlando, sus esposos estaban a sólo unos pasos de distancia de ellos y probablemente buscándolos.Intentó levantarse e inmediatamente su amante abrió los ojos, al parecer no estaba tan dormido como pensó.
—Nos quedamos dormidos— anunció con algo de pánico y él sonrió de lado, tirando de ella para que volviera a su pecho, pero no podía permitirse eso —Estoy siendo muy seria, Reese— añadió enojada.
—Tranquila, Stella. Yo me encargo— su voz era ronca, un placer para los oídos y no pudo evitar quedarse embobada mirándolo. Él tenía algo que la hipnotizaba y eso no era bueno —¿Qué sucede?
—Nada— suspiró —Es que... siento que estoy siendo demasiado estúpida, te estoy haciendo cruzar una línea muy delicada.
—Tú no me estás haciendo nada, Stella, si estoy aquí es porque quiero, no tienes control de mi voluntad— le explicó con seriedad, aún así creía que había superado el límite de cinismo. Reese se acercó a ella y la hizo sentarse en su regazo. Acarició su cintura y su espalda, y unió sus labios en un beso tranquilo, sin prisas —Estoy engañándome incluso a mí mismo, pero lo hago porque me gustas demasiado y no tengo suficiente de ti.
—Eso es tonto.
—Tú me vuelves tonto— acarició su nariz con la suya en un gesto muy tierno, Stella rio pero su risa murió en cuanto escucharon ruido fuera de la habitación.
Ambos se tensaron y Stella rápidamente se cubrió la desnudez con las sábanas. Sentía la sangre fría, sentía que habían sido descubiertos. Miró con pánico a Reese quien se notaba muy sereno, como si no le importara ser encontrado siendo infiel con la esposa de su propio padre.
Se puso los pantalones de chándal que vestía la noche anterior y luego se acercó a ella para tomarla en brazos cual bebé y dejarla en el suelo. Besó su frente y luego sus labios en una caricia casi mágica. Stella suspiró, si continuaba tratándola así caería muy en el fondo.
—Creo que te llevaré a pilotar antes de lo que había pensado— sonrió de lado, casi emocionado y eso obligó a su corazón a ir demasiado rápido. ¿Por qué le pasaba aquello con él? No era posible que estuviera sintiendo algo por un tipo que apenas conocía.
—Lo esperaré con ansias.
—Yo saldré y distraeré a todos. El sótano tiene dos puertas de acceso, una está al final del pasillo y la otra por las escaleras. Toma el primer camino y yo me aseguraré de que nadie te vea— le explicó y ella asintió cual niña rebelde. Él la abrazó por la cintura y dejó cortos besos en sus labios —No me dejes solo en esto, Stella. Te veo en el desayuno.
Sin más él se separó dejándola allí, con ganas de más de sus besos, de su piel y de todo él. No quería pensarlo siquiera pero estaba cayendo y el golpe sería desastroso.
***
Estaba frente al espejo, terminando de abrochar su gargantilla y la puerta se abrió de repente. Miró a través de la cómoda como su esposo entraba imponente a la habitación, pulcro, recién afeitado, limpio y a juzgar por su olor, bien perfumado. Todo lo contrario a la noche anterior, cuando sólo le produjo náuseas verlo. Ahí estaba el tipo mayor guapo que la había conquistado, pero no sentía nada más que indiferencia hacia él en ese momento.
Siguió en su misión de arreglarse para ir al trabajo, ignorándolo por completo. No quería que le hablara siquiera. Estaba muy enojada con él y a pesar de lo que había pasado en la noche y lo bien que la había pasado, no fue su marido quien la llevó a la luna. Y en el fondo extrañaba a ese Hugh que se desvivía por ella y que la hacía sentir una mujer deseada. Quería que su esposo, fuera el hombre que le erizara la piel, pero él simplemente, de un día al otro, cambió por completo.
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My Favorite Sin (+18)
RomancePecado es una palabra que puede interpretarse de muchas formas. Stella lo sabía y tampoco le importaba, ella no creía en tal cosa. No creía en un castigo divino o terrenal. Ella hacía lo que quería, como su madre le había enseñado. Amar no era un pe...