Se sentía pleno, había pasado los mejores tres días en casa solo con Stella y los niños. Disfrutaron deliciosas comidas, vieron películas y aprovecharon los últimos días cálidos del verano.Estaba feliz, Ross no había tenido ninguna complicación y Alice había resultado ser compatible, pronto harían la transfusión y su bebé podría recuperarse. En cuanto a su otro bebé, estaba emocionado por ser papá otra vez, pero no podía negar esa molesta espina en su corazón que le recordaba que ese niño o niña podría ser de Hugh, además Stella quería saber, era la única manera que ella dijera que sí a su propuesta.
En una de sus visitas finales a su nueva casa, desvió su rumbo hasta la oficina de la pediatra de sus hijos, la mujer le confirmó que en cuanto Stella cumpliera las ocho semanas de gestación se podía hacer una prueba de paternidad y salir de dudas.
Admitir que tenía miedo no era una opción, tampoco ceder ante Hugh una vez más no le parecía justo. Quería salirse con la suya al menos una vez. Tenía motivos para pelear con él y los usaría todos, la fantasía de todopoderoso que su padre tenía, se acabaría en ese mismo instante.
Atravesó las puertas de JetBertwell International, hacía meses que no pisaba sus ostentosos suelos de baldosa fina. Ni siquiera se detuvo en recepción, no necesitaba un pase de visitante. Recibió miradas curiosas y confundidas de todo el corporativo con cada paso que daba, y no los culpaba, él nunca iba por las instalaciones, él jamás se involucraba más de lo necesario, hasta ese día.
Le había hecho una amenaza a Hugh y pretendía cumplirla, las puertas del elevador cerrándose y el botón del piso de presidencia encendido, era el inicio de ello. Cuando las compuertas volvieron a abrirse, fue recibido por las secretarias de la administración, obviamente fueron advertidas de su presencia.
—El señor Lambert está en una junta con los directivos, señor McDowell— anunció una de ellas.
—Perfecto— dijo, la suerte no podía estar más de su lado —Es mi oportunidad.
—Pidió no ser interrumpido— agregó la otra y Reese asintió.
—Por otros, pero yo no soy cualquiera, yo soy el dueño de esta empresa. Compermiso —su voz dura no admitía réplica, la chica se hizo a un lado, intimidada, dejándolo pasar.
Reese caminó hasta la sala de juntas, abriendo la puerta sin tocar, sorprendiendo a todos los presentes. Él ajustó su traje y dejó su maletín con un golpe seco en la mesa, dando pasos cortos se acercó al hombre que descansaba a la cabeza de la mesa.
—Reese, no es propio de ti este tipo de intromisión, ¿qué está sucediendo?— se atrevió a preguntarle y quiso matarlo con el pensamiento.
—Me temo que esta junta se ha terminado. Y lamento anunciar lo siguiente:— miró al director de finanzas —Está despedido— demandó, dejando a los seis hombres presentes, perplejos y desconcertados.
—¿Qué crees qué haces?— le recriminó Hugh, enojado.
—Este hombre está robándote en las narices y tú ni siquiera te enteras, o al menos eso quiero creer, no me gustaría saber que estás detrás de esto— espetó —Y tú— se dirigió al director del departamento de recursos humanos, quien tragó con fuerza —También estás despedido.
—¡Reese!— gritó Hugh, aún más enfurecido.
—¡Silencio! Este hombre ha abierto múltiples nóminas con sueldos exageradamente altos para personas fantasmas. Personas que no trabajan aquí, ¿tienes algo que decir al respecto, padre?— inquirió entre dientes, pero Hugh quedó en silencio —Por supuesto que no, porque lo sabías de antemano. De hecho, tú eras quien le pedía estas nóminas para tus tantas amantes. Tienes al menos diez mujeres empleadas aquí, que nunca han pisado estas instalaciones. Lo que me lleva a lo siguiente: tú también estás despedido.
ESTÁS LEYENDO
My Favorite Sin (+18)
RomancePecado es una palabra que puede interpretarse de muchas formas. Stella lo sabía y tampoco le importaba, ella no creía en tal cosa. No creía en un castigo divino o terrenal. Ella hacía lo que quería, como su madre le había enseñado. Amar no era un pe...