Ambos estaban allí, mirándose sin atreverse a tomar la iniciativa o siquiera a empezar algo. Parecían dos estatuas, inertes a pocos centímetros el uno del otro. La respiración de Stella estaba agitada y sentía cosquillas en todo el cuerpo, y una presión ya conocida en la entrepierna.Podía intuir que Reese estaba tan afectado como ella. Su pecho subía y bajaba al ritmo de su aliento acelerado, no podía ver debajo del agua pero podía asegurar que allí se escondía una erección. Las pupilas del hombre frente a ella estaban cargadas de deseo contenido, de lascivia pura.
Stella se acercó a la orilla del jacuzzi para dejar su copa allí y sumergirse en el agua y así refrescar su cuerpo del ardor que la estaba consumiendo. El agua aplacó sólo un poco las ganas que tenía de lanzarse contra Reese, pero fue el detonante que ambos necesitaban. La blusa blanca de Stella se volvió transparente por la humedad y cuando emergió frente a Reese, él se lo hizo saber con una mirada ardiente. Ella se miró a sí misma, sus pechos se mostraban sin disimulo bajo la tela adherida a su piel, sus pezones marrones se marcaban a la perfección y aquello atrajo al hombre que parecía contenerse.
Levantó la mirada para encontrar a Reese a solo centímetros de ella, con su aliento con olor a vino pegándole a la cara, haciéndola estremecer y temblar de placer con solo un repaso visual de sus ojos oliva ardientes. Soltó un jadeo involuntario cuando él la tocó sutilmente de la cintura, la recorrió con las yemas de los dedos por todo el contorno, provocando que su piel se erizara, la rodeó lentamente, apenas alejándose y se colocó a su espalda.
Stella se arqueó al sentir su dureza pegarle en las nalgas, se mordió el labio inferior reteniendo un gemido pues su roce le provocaba pequeños lengüetazos de placer en todo el cuerpo con especial énfasis en su sexo ansioso. Las manos de Reese recorriendo su cadera la hicieron sobresaltar, pasaron por su cintura, evitando sus senos sensibles por la excitación y terminaron en sus hombros. La masajeó con sus dedos largos haciéndola suspirar, Stella dejó caer su cabeza en el pecho masculino, extasiada.
—Reese— gimió bajito.
Sus dedos eran como un conductor de electricidad, sentía descargas allí donde tocaba que amenazaban con consumirla. Quemarla hasta las cenizas. Por fin las manos de su amante viajaron hacia sus doloridos y pesados senos, Reese los tomó con delicadeza, amasándolos con cuidado y cuando tocó sus pezones, Stella sintió que se perdería allí mismo. Alzó el pecho liberando un gemido, luego su éxtasis incrementó cuando él posó sus labios en su cuello.
La besó con devoción hasta llegar a su mandíbula, Stella temblaba y sentía una humedad distinta al agua del jacuzzi, escurrir de su ser. En un movimiento imprevisto, Reese la hizo girar para tomar sus labios con hambre, sus bocas hicieron colisión en un beso voraz donde él pedía todo de ella, la absorbía, le adormecía los sentidos.
Stella enterró los dedos en el pelo de su amante, sin ganas de separarse jamás de esa boca adictiva, su lengua experta se hizo paso en ella buscando la suya y cuando ambas se encontraron, ella gimió de placer. Sentía que volaba, que no estaba más en el mundo real, que estaba teniendo el mejor de los sueños eróticos.
Reese abandonó su boca, dejándola deseosa de más. Él la adoró con los labios, besando desde su barbilla hasta el valle entre sus pechos como una caricia provocativa. Cuando estuvo allí, a solo centímetros de sus picos duros e hinchados, él la miró con sus ojos oliva oscurecidos, cargados de deseo. Era otro hombre, uno que advertía con ser carnal, bestial, un verdadero semental.
Él tomó uno de sus pezones sobre la tela mojada, Stella gimió abiertamente recibiendo la calidez de su boca y las caricias de su lengua, y el golpe de placer que se expandió por cada una de sus células. Reese con la otra mano, descubrió el otro pecho para ir a darle la misma atención con un contacto más directo. Ella apretó las piernas al ser víctima de un ramalazo de excitación.
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My Favorite Sin (+18)
RomancePecado es una palabra que puede interpretarse de muchas formas. Stella lo sabía y tampoco le importaba, ella no creía en tal cosa. No creía en un castigo divino o terrenal. Ella hacía lo que quería, como su madre le había enseñado. Amar no era un pe...