Era un maldito hipócrita, estaba allí, despreciando y cuestionando a su padre, mientras él ardía por la desconocida morena y su esposa descansaba en su casa. Sintió el peso del anillo en su dedo, molesto, como un continuo recordatorio de lo que era. De lo que se había prometido a sí mismo cuando se casó con Alessia.Jugó con la argolla en su dedo, suspiró rendido y miró por el balcón de su suite. Ella seguía allí, sentada a la orilla de la playa, justo donde la había dejado. Se sentía un completo cretino pero si se hubiera quedado allí un solo segundo más, se habría convertido en Hugh Lambert, le había faltado el respeto a su matrimonio, a su palabra, pero moría por hacerlo. Jamás había sentido tal tentación, ese deseo atrayente e irrefrenable hacia alguien. Apenas la conocía, pero se había impregnado en su piel como ninguna otra.
—¿Qué ves, papi?— cuestionó su pequeña Elizabeth.
—El mar, cariño— se volvió a verla, sus ojos del mismo color azul de su madre —¿Por qué no estás en la cama?
—Es que Alice está hablando fuerte por el teléfono y no me deja dormir— anunció la pequeña con voz susurrante, dejándolo confundido. ¿Hablando por teléfono? ¿Tan tarde en la noche?
—¿Con quién habla tu hermana, Lizzie?— fue duro con su pregunta, pero no le importó, hizo su camino hacia la habitación de su hija mayor, tenía un mal presentimiento.
Abrió sin tocar la puerta del aposento, encontrándose con Alice caminando de un lado a otro, con los ojos inyectados de lágrimas y con el teléfono pegado en su oído. Solo una persona podía hacer sentir miserable a su hija con acusaciones: su propia madre.
La adolescente levantó la mirada hacia su padre, sus labios temblaron ligeramente y eso fue suficiente para que Reese interviniera. Lo había hecho de nuevo, Alessia una vez más, destruía cualquier resquicio de felicidad en sus hijos.
—... no me escondas la verdad, Alice. Sé que eres una pequeña traicionera, sé que prefieres a tu padre sobre mí y por eso le escondes todo— le reclamaba de forma severa, con un matiz de desprecio en su voz que hizo que Reese se encendiera de furia.
—¡Suficiente!— le espetó —Si tienes algo que preguntar, si tienes dudas sobre nuestro matrimonio, Alessia, pregúntame a mí. Deja de atormentar a nuestros hijos, deja de hacer su vida un infierno. No voy a permitírtelo— rugió entre dientes.
—Debo saber— murmuró la mujer a través de la línea.
—La respuesta es no. Siempre será no.
Y sin más colgó. Se volvió hacia su hija y sin decir nada la abrazó. No sabía qué tanto le había dicho su madre pero si era parecido a ocasiones anteriores, entonces era malo. Alice era la que llevaba la peor parte al ser la mayor. Moría por proteger a sus pequeños, necesitaba alejarlos de todo ese mal ambiente. Era eso, o despedirse de su salud mental. ¿Cómo había permitido que llegaran a ese punto?
De repente, la propuesta de sus suegros era muy tentadora. Alessia necesitaba ayuda y si debía internarse para obtenerla, entonces lo permitiría.
***
Stella rio descontroladamente cuando trastabilló con sus pies y fue a dar contra la pared del pasillo. Estaba ebria, por primera vez en mucho tiempo estaba muy pasada de copas. Sentía el sabor del vino en la garganta y que la cabeza le daba mil vueltas. No podía estar parada sobre sus pies sin tambalearse y balbuceaba cosas ininteligibles.
Apenas llegó a la suite y fue recibida por su amiga. Aquello la decepcionó un poco. ¿Dónde estaba su prometido?
—Stelly. Estás borracha— se lamentó Rachel con una mueca de asco.
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My Favorite Sin (+18)
RomancePecado es una palabra que puede interpretarse de muchas formas. Stella lo sabía y tampoco le importaba, ella no creía en tal cosa. No creía en un castigo divino o terrenal. Ella hacía lo que quería, como su madre le había enseñado. Amar no era un pe...