Capítulo 39

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Stella abrió los ojos para toparse con el rostro de su marido a tan solo centímetros de ella. Estaba durmiendo así que era de suponer que todavía era muy temprano. Se incorporó un poco, el sol apenas se asomaba y ya estaba despierta. La verdad era que desde hacía cuatro días no podía dormir bien, no paraba de pensar en lo cerca que estaba Reese y en lo duro que estaban trabajando para ignorarse cuando estaban en la casa.

Había cumplido sus responsabilidades de esposa cada una de las noches desde que ellos habían llegado y sentía una inexplicable culpa que le daba malestares en el estómago.

Ni siquiera había podido dirigirle la palabra, ¿cómo hacerlo si él le quitaba el aliento con solo mirarla? Con sus hijas, era historia aparte. No quería admitir que le gustaba cuando la molestaban pero todo se estaba volviendo muy bizarro. Había escuchado una conversación de ellas donde decían que preferían que su mamá fuera como ella. Y eso ya era sobrepasar la línea. Quería alejarse, y Hugh le había dado la oportunidad al proponerle varias veces irse de luna de miel, pero por alguna estúpida razón no podía. Quería quedarse y ver por sí misma qué pasaría con ellos.

Se puso de pie, desperezando su cuerpo con algunos estiramientos. Miró el reloj en su mesa de noche y suspiró cuando descubrió que eran las seis de la mañana. Fue a lavarse los dientes, si ya estaba despierta al menos se prepararía algo de café. Debía ir a la tienda y preparar el nuevo inventario que llegaría la semana siguiente.

Bajó al primer piso y puso en marcha la cafetera. Cerró los ojos un segundo y se dejó envolver por el olor que comenzó a desprender la máquina.

Unos brazos fuertes la rodearon por la cintura, a la vez que una nariz se hundía en su pelo a nivel de su oreja. Supo inmediatamente quién era, su olor era único. Se relajó aún más y se dejó abrazar por aquel hombre que la volvía irracional.

—No sabes cuánto esperé volver a tenerte en mis brazos— murmuró en voz baja y ella sonrió de lado.

—Mucho al parecer para que me hayas seguido hasta acá abajo.

—Admito que cada noche espío tu puerta, hasta que por fin saliste— la besó en la sien —Esto me está matando, saber que mi padre duerme contigo cada noche es un trago amargo.

—Sabes en lo que estás metido, Reese— le recordó con un suspiro.

Abrió los ojos y se giró a enfrentarlo. Se veía demasiado guapo con barba creciente y el pelo desordenado. Sus ojos se veían más verdes de lo usual y se miraba completamente apetecible.

Él frunció el ceño levemente y acarició sus brazos con delicadeza. Era demasiado encantador, ¿cómo podía resistirse a él?

—Lo sé y no te estoy reclamando— le dijo con suavidad y la besó cortamente —Quiero llevarte a un lugar.

—No podemos— se quejó ella y él sonrió.

—Claro que sí. Lo tengo todo planeado, déjamelo a mí.

—Bien— se contagió de su buen humor y también aceptó el beso que le dio a continuación.

El beso subió de tono dando paso a un toqueteo indecoroso, el deseo se convirtió en necesidad y se vio a sí misma siendo impulsada hasta que su trasero tocó la mesa de la cocina. Sus lenguas jugaron entre ellas y ambos gimieron cuando sus entrepiernas se rozaron.

—Papi— ambos se separaron al instante al escuchar la voz de Diane.

Se recompusieron en un segundo para ver a la pequeña entrar a la cocina tallando sus ojos. Su padre fue de inmediato a su encuentro y Stella sintió su cara calentarse. Pudo haber sido cualquiera quien los encontrara, debían tener más cuidado.

My Favorite Sin (+18)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora