La vida en familia era un asco. Estaba odiando con cada célula de su cuerpo estar bajo el mismo techo que las hijas de Reese, la casa era hermosa, un sueño hecho realidad pero siempre estaba sucia y ruidosa y eso la estaba volviendo loca. No podía leer ni ejercitarse en paz, no había una sola noche de las últimas dos semanas en que pudiera tener intimidad con Reese sin ser interrumpidos o simplemente tener un desayuno en harmonía sin que el comedor se volviera una trinchera.Estaba irritada y más embarazada que nunca, estaba odiando incluso al mismo Reese y el distanciamiento que estaban creando. Hugh no quería darle el divorcio y Alessia seguía acosándolos. Así que nadie podía culparla de detestar las decisiones que había hecho en torno a elegir a su amante sobre su marido.
Se miró en el espejo y gruñó enojada. Nada le quedaba, su vientre bajo se había hinchado dejando en evidencia sus doce semanas de gestación. Sus caderas estaban más anchas y ni hablar de sus senos.
—Odio esto— murmuró enojada, tirando el vestido a la pila que ya tenía sobre una silla —Me voy a volver loca en esta casa y con tanta mierda— siseó al escuchar ruidos y pasos correteando en la planta baja.
—Me parece que estás exagerando— se dio la vuelta sorprendida. Con tanto trabajo apenas y veía a Reese, él nunca estaba en casa y en las noches, no siempre le prestaba atención.
—¿Exagerando?— repitió ofendida —Todo esto es nuevo para mí, Reese, tampoco lo pedí por ende no estaba preparada, tenme algo de paciencia— espetó dando la vuelta y caminando hacia el closet.
—Me quedo un poco más tarde en casa para verte y así reaccionas— dijo a sus espaldas y Stella rodó los ojos. ¿Acaso le hacía un favor? No le estaba reclamando su ausencia, de hecho no le reclamaba nada y creía que era justo eso lo que lo tenía distanciados.
—Perdón por no ser la mujer dedicada que esperas que sea, Reese.
—No dije eso.
—Pero lo piensas— tiró de una falda de tubo y una camisa de su guardarropa y al dar la vuelta se topó con el pecho duro de Reese, su aroma la abrumó por un momento y se sintió de nuevo como los primeros días, cuando todo era perfecto —Tal vez no funcionamos juntos— dijo finalmente.
—¿Pero de qué hablas?— le espetó él, encerrándola entre el closet y su cuerpo —Estamos tensos, nos estamos acostumbrando a una vida juntos, a un nuevo lugar, ¿vas a renunciar tan pronto?
—Un mes Reese, tenemos un mes juntos y ya no aguanto un segundo más. Si sabría que sería así, hubiera preferido quedarme como tu puta— se escabulló por debajo de su brazo, dejándolo paralizado en medio del vestidor.
Se acercó a la cama, tirando las prendas allí y seguido volviéndose hasta la cómoda para cambiar sus aretes por unos a juego. Estaba frustrada, de todas las formas posibles, estaba a punto de convertirse en aquello que juró nunca ser: una mujer que su marido ignoraba. Reese no era su marido, pero estaban juntos y era similar.
—¡Entiendo que tu vida siempre fue fácil, Stella! Lujos, viajes, dinero. Te prometí que te daría eso, que te amaría, que te adoraría, ¡pero dame tiempo! Necesito organizar mi vida primero— casi le gritó, sonaba enojado y eso le erizó la piel. ¿Vida fácil había dicho?
—¿Fácil? ¡No sabes lo que es vivir bajo mi piel, Reese Lambert!
—¡Es McDoweel!
—¡Como sea!— gritó aún más fuerte. Ni siquiera entendía por qué estaban discutiendo, y lo absurdo que era —Esto es ridículo— murmuró riendo con amargura —¿Sabes qué? Deberíamos tomarnos un tiempo, repensar lo que estamos haciendo.
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My Favorite Sin (+18)
Любовные романыPecado es una palabra que puede interpretarse de muchas formas. Stella lo sabía y tampoco le importaba, ella no creía en tal cosa. No creía en un castigo divino o terrenal. Ella hacía lo que quería, como su madre le había enseñado. Amar no era un pe...