No podía creer lo que sus oídos estaban escuchando. ¿Cómo era posible siquiera? Miró su brazo y luego a Rachel, estaba incrédula.—¿Qué pasa, Stella?— preguntó su amiga, preocupada.
—¿Stella?— insistió la doctora al mismo tiempo por el auricular del teléfono.
—Amiga, estás pálida— Rachel se inclinó sobre ella y tocó suavemente su mejilla. La morena sostuvo su mano con fuerza y la miró con todo el pánico que sentía emerger de su pecho.
—¿De qué diablos hablas, Ana?— le espetó a la mujer, con un chillido de voz que demostraba absoluto terror.
—Que estás esperando un bebé, Stella, enhorabuena.
—¡No!, no te atrevas a felicitarme por algo que podría ser mi ruina— gritó salvajemente, su amiga se sobresaltó en frente de ella y notó que sus uñas estaban clavadas en su brazo flacucho y blanco. La soltó de inmediato y pudo ver las marcas de su enojo en su delicada Rachel —Lo siento— jadeó casi en silencio, sin aliento.
—Creí que sería una buena noticia— escuchó la incomodidad de la doctora —Deberías ir con un obstetra, es hora de que empieces a cuidar ese embarazo...
Ni siquiera la dejó terminar, colgó la llamada furiosa. Por más de quince años se cuidó juiciosamente, nunca había tenido siquiera un retraso en su ciclo, era muy celosa con su cuerpo y su decisión de no tener hijos, se había negado rotundamente, con feas discusiones, a darle bebés a Adrian, lo mismo con Hugh y se había salido con la suya muchísimas veces. ¿Qué había hecho mal? No había faltado a su cita con el ginecólogo cada tres meses, nunca, era la cosa que tenía más pendiente en su agenda diaria porque quería honrar sus deseos.
No podía ser la madre de un niño, no tenía las ganas, ni las fuerzas ni mucho menos la paciencia para cuidar de un pequeño. No tenía instinto materno, nunca había florecido en ella y en ese momento no sentía nada más que un profundo terror. Ella no quería ser madre.
—¡Stella!— sintió el ardor de la bofetada de su amiga como un despertar a la realidad.
—¡Deja de hacer eso!— le gritó enojada, sintiendo la quemazón del golpe.
—Lo siento, pero te pierdes. ¿Qué te dijeron por teléfono?
Mordió su labio con fuerza hasta sentir el sabor de su sangre. Se puso de pie lentamente y un mareo la azotó, era una locura, todo lo que le pasaba era una vil burla del destino. Miró a Rachel, podía sentir su rostro en llamas por el enojo, la decepción y el terror.
—Que estoy embarazada— susurró tan bajito que no lo sintió real.
—¿Qué?— Rachel frunció el ceño.
—¡Que tengo un jod...!— suspiró para tranquilizarse. No funcionó —¡Tengo un bebé dentro de mí!— gritó, dejando a la rubia genuinamente asombrada.
—Stella...
—No. No te compadezcas— la detuvo, no quería la lastima de nadie, suficiente tenía con la propia.
—¿Quién es el padre?
Stella se paralizó ante aquella pregunta. Otra preocupación que añadir al problema, no tenía idea de quién podría ser el padre de esa criatura si ni siquiera sabía cuándo había sucedido. Y en todo caso, había estado tanto con Hugh como con Reese en las últimas semanas. Se estaba enterrando en una fosa sin fondo con cada minuto que pasaba.
No podía quedarse allí, sin saber, sin obtener respuestas. Tampoco podía contarle a nadie, ninguna otra persona debía enterarse de lo que estaba sucediendo, de lo que se había comentado en aquella oficina. Tomó sus cosas con prontitud y se acercó a su amiga.
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My Favorite Sin (+18)
RomancePecado es una palabra que puede interpretarse de muchas formas. Stella lo sabía y tampoco le importaba, ella no creía en tal cosa. No creía en un castigo divino o terrenal. Ella hacía lo que quería, como su madre le había enseñado. Amar no era un pe...