Reese rasgó su pequeña tanga, lastimando su piel y haciéndola jadear. Volvieron a besarse con intensidad, mientras sus cuerpos se acoplaban listos para hacerse uno. Las manos grandes de su amante apretaron su trasero y la pegaron a él, haciéndola testigo de su dureza. Stella gimió sobre sus labios, sintiendo los estragos de su excitación, rodando por la cara interna de sus muslos.Sentía los pechos exageradamente pesados y en su vientre bajo, una enorme presión. Las señales estaban ahí y ni siquiera las había notado.
La boca de su amante se deslizó de sus labios hacia su mandíbula y seguido a su cuello. Ella suspiró encantada y se quedó sin aliento al sentirle sumergirse poco a poco en su interior. Como siempre él la llenó por completo haciéndola sentir extasiada. Lo escuchó jadear de placer en su oído y fue el más sexy de los sonidos.
La sostuvo con firmeza del muslo que lo rodeaba y con la otra mano se apoyó en la pared, la miró con ojos llameantes mientras se deslizaba fuera de ella y volvía a embestirla suavemente. Gimió entrecortadamente cuando repitió el movimiento una tercera vez, con tanta calma, como si el tiempo les sobrara.
Reese no paraba de mirarla con esos ojos oliva abrazadores que la enamoraban cada día más. Quería besarlo por siempre, tenerlo para ella hasta el final de los días.
Se abrazó al hombre que amaba mientras él le hacía el amor, de forma lenta e intensa contra la pared del corredor. Gemía en respuesta a sus embestidas, clavó sus uñas en su espalda masculina y él gruñó. Sus bocas se volvieron a fundir provocando un sin fin de emociones, Stella mordió ligeramente su labio inferior y arqueó su cuerpo, invitándole a ir más adentro.
Reese apretó sus dedos en su piel y arremetió contra ella más fuerte haciéndola gritar. Él ahogó sus involuntarios sonidos de goce con su mano y Stella cerró los ojos siendo víctima de su propio júbilo. Tenía cada zona de su cuerpo tan sensible que podía sentir a la perfección como Reese se expandía dentro de ella, podía sentir sus latidos a ritmo con los suyos. Estaban unidos más allá del sexo.
Su cuerpo empezó a temblar en respuesta a su clímax, el orgasmo construyéndose en su ser a medida que Reese la hacía suya sin parar. Explotó en una convulsión y un grito ahogado por la mano de su amante, sintió miles de descargas eléctricas recorrer por sus venas hasta dejarla sin fuerzas. Su cuerpo casi cayó desfallecido pero Reese la sostuvo, haciéndola rodearlo por completo con ambas piernas.
De nuevo amordazada por él, recibió las embestidas que continuaban sin parar, pegada en la pared, su espalda chocando una y otra vez con el concreto frío. Gemía con distorsión, reventando de placer. En cualquier momento se desmayaría si continuaba así, tiró del pelo de Reese, cayendo una vez más por ese acantilado sinuoso conocido por orgasmo.
Cayó laxa sobre su amante, quien respiraba furiosamente escondido en su cuello, mientras que con ligeros movimientos de cadera, terminaba de vaciarse en su interior. Se estremeció al sentir sus labios en su garganta y sonrió como toda mujer bien servida.
—Vamos a la cama— murmuró con voz grave que la hizo fantasear. Estaba ante la presencia de un dios.
—A donde quieras— respondió con voz melosa.
Se dejó llevar por todo el corredizo hasta la habitación que él estaba ocupando en la mansión. La dejó delicadamente en la cama y ella abrió los ojos para verlo. Él se acomodaba los pantalones de chándal, luego se acercó a ella para comenzar a desvestirla. Primero la bata y después el camisón.
Stella se dejó hacer, ¿harían el amor de nuevo? Porque no tenía fuerzas. Con una sonrisa boba y cansada en la cara, se apoyó sobre los codos para observarlo atravesar la habitación, dejando su ropa en una silla, donde también dejó su pantalón. Apagó las luces sin dejarla disfrutar del todo su gloriosa desnudez y sin más se acercó a la cama, sin decir nada, pero con una sonrisa traviesa, se metió bajo las sábanas y la atrajo hacia su pecho.
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My Favorite Sin (+18)
RomancePecado es una palabra que puede interpretarse de muchas formas. Stella lo sabía y tampoco le importaba, ella no creía en tal cosa. No creía en un castigo divino o terrenal. Ella hacía lo que quería, como su madre le había enseñado. Amar no era un pe...