Capítulo 43

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Stella gemía con toda libertad mientras se mecía lentamente sobre Reese. Podía sentirlo todo dentro de ella, de forma gloriosa, invadiéndola y llenándola de un placer exquisito. Creía haber encontrado su posición favorita, hacerlo suyo mientras lo veía desde arriba jadear de goce por su causa, le era la imagen más erótica y por ende su preferida. La hacía sentir una completa diosa del sexo.

Lanzó su cabeza hacia atrás presa de ese maravilloso deleite que era estar con él... o encima de él. Sintió sus manos grandes acariciarle la espalda y luego viajar hasta sus pechos, donde la sostuvo con firmeza, haciéndola gemir. Reese empujó sus caderas contra ella y sintió el golpe casi en su útero, el grito fue inevitable, y quería que lo repitiera.

Bajó la mirada a él, sus ojos verdes ardían de deseo y eso la hacía estremecer. Todo lo que estaba sintiendo era tan irreal, no se podía crear sentimientos en tan poco tiempo.

Reese volvió a repetir el golpe y ella gimió mordiendo su labio inferior. Una de sus manos abandonó su pecho y la tomó del trasero, y las embestidas se volvieron constantes y rápidas haciéndola gritar sin control, y comenzar a caer en picada a ese valle de la perdición del que no quería salir jamás.

Podía sentirlo a la perfección entrar y salir de ella, largo, duro, grueso, socavando su ser hasta más no poder. Con un último y prolongado gemido se corrió a su alrededor, un orgasmo que la dejó agotada, sin fuerzas, pero él no había terminado. Dieron la vuelta en la cama, ella quedando laxa en el colchón, mientras Reese la empalaba duramente contra este. Ambos gemían audiblemente, sin quitar la mirada el uno del otro, las venas del cuello y frente de Reese estaban alteradas, sus mejillas sonrojadas y su cuerpo completamente sudado.

Él la besó con rudeza y le mordió el labio inferior, a la vez que se empotró contra su centro, en señal de que se estaba vaciando en su interior sin contemplación.

Stella jadeó. Tenía la vagina tan sensible y dolorida que no lo creía. Habían comenzando en la piscina, juraba que habían follado en cada superficie del primer piso, hasta que terminaron en la habitación de él de alguna u otra forma. No sabía muy bien cómo habían llegado allí, pero no le importaba.

Sintió besos tiernos en su mandíbula, mientras recuperaba la respiración poco a poco. Abrió los ojos para encontrar un par de esmeraldas mirarla desde las alturas. Tenía tantas cosas que quería decir atascadas en la garganta, pero prefirió tragárselas.

—No tengo una frase para después del sexo para decir— murmuró él haciéndola reír.

—Con preguntarme si tengo hambre creo que es suficiente— murmuró somnolienta.

—Pediré comida Tai— Reese se puso de pie y ella admiró su trasero desnudo, a la vez que se envolvía con las sábanas.

Estaba plena. Nada podía arruinar el momento.

Se puso de pie para ir al baño rápidamente, mientras Reese se ponía la ropa interior y ordenaba el almuerzo. Usó las sábanas para cubrirse y cuando hacía un nudo a la altura de sus pechos la puerta se abrió, su cuerpo se paralizó al mismo tiempo que un enorme frío le recorrió las arterias. Con los ojos sumamente abiertos contempló a Astrid Lambert de brazos cruzados, con una sonrisa cínica en sus gruesos labios.

—No sé por qué me siento sorprendida, ha de ser porque no pensé que mi hermano sería tan descarado. Resultaste ser peor que padre, Reese— habló con desprecio, mirando al hombre detrás de ella.

Nunca se había sentido tan indefensa, no sabía qué decir, ni cómo actuar. Los habían encontrado, y no había excusas que dar, estaban desnudos, en una habitación con la cama desordenada. Lo único que pudo hacer, fue mostrarse indiferente, pero no lo estaba, se encontraba a una frase de Astrid de arruinar su fortuna.

My Favorite Sin (+18)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora