05. Otra ocasión

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Jungkook pestañea hasta que sus ojos se acostumbran a la luz de la habitación, que lo había cegado por unos segundos. Cuando considera que el techo ha dejado de moverse como olas de mar, decide que es el momento de levantarse y consigue a penas sentarse. Todo rastro de ligereza ha abandonado su cuerpo: todas sus extremidades se sienten extremadamente pesadas. Empero, hubiera continuado con su intento de ponerse de pie, si no fuese porque unas manos en sus hombros lo detuvieron.

Eunwoo lo mira con el ceño fruncido. La preocupación que tiñe su rostro se ha desvanecido un poco, pero todavía es notable a la vista de cualquiera. Jungkook no dice nada, no porque no quiera hacerlo, sino porque todavía no se siente seguro de si podrá articular una disculpa.

– El susto que me has dado, imbécil. Hoseok estaba a unos minutos de llamar a tu mamá –Eunwoo se sienta a su lado, en el sillón, donde al parecer llevaba un buen tiempo inconsciente. Jungkook se encoje de hombros y lo mira ansioso. Si sus padres se enteraban de esto, probablemente le quitarían el último privilegio que le habían concedido: pagarle la carrera de música­–. Tranquilo, aún no lo ha hecho.

– Te has despertado –Un chico ha ingresado a la habitación, con una botella de agua y una bolsita pequeña, que contiene una aspirina, atrayendo la atención de Euwoo y Jungkook.

Por un momento, Jungkook no tiene ni idea de quién es él, pero, de golpe, los recuerdos comienzan a llenar los vacíos de su memoria. El rostro del chico comienza a dibujarse ante sus ojos y volverse más claro entre la mezcla de luces que inundaban Uranio. Él era lo último que había visto antes quedar en blanco.

– Ya se le acabó el cuentecito de la bella durmiente –Eunwoo se ha parado para recibir la botella de agua y la bolsita con la aspirina, y el chico ha forzado una sonrisa. Antes de que pueda continuar analizándolo, Eunwoo le entrega los objetos­–. Tómate la pastilla. Iré a avisarle a Hoseok que ya no es necesario... Ya sabes.

Eunwoo se retira de la habitación y los deja solos. El chico le mira, suspira, sonríe y toma asiento en uno de los sillones individuales que está pegado a la pared. En otra ocasión, a Jungkook le hubiera encantado encontrárselo en la pista de baile, se habría acercado, conversado un poco e invitado a bailar. No obstante, ahí están. En una habitación pequeña blanca, que al parecer es el vestidor del personal: casilleros grises llenan toda la pared detrás de él, algunos cuadros excéntricos -los favoritos de Hoseok- adornan las paredes y los sillones chéster de pana llenan el resto del lugar.

– Lo siento –No le incomodaba el silencio entre ambos, pero Jungkook necesitaba disculparse con él, por haberlo metido en esto–. Espero no haberte causado ningún problema. Me llamo Jungkook.

El chico lo mira algo divertido. Le gusta y tal vez por eso todo en su cuerpo está desesperado por asegurarse de que lo volverá a ver­–. No te preocupes. De hecho, has logrado que me concedan tiempo libre en lo que te has recuperado –Jungkook se siente aliviado–. Por cierto, Jungkook, me llamo Taehyung.

Taehyung. Su nombre hace eco en su mente. Antes de que pueda responder, Federico ha irrumpido en la habitación junto a Eunwoo.

– Estaba a punto de llamar a tu hermano para decirle que habías muerto en mi local –Hoseok se apoya divertido en el marco de la puerta y Eunwoo se sienta nuevamente a su lado­–. Ya me estaba preparando para tener a tus padres en la puerta, demandando demoler el lugar.

Jungkook le dice que no exagere y Hoseok le ha dado una mirada de "¿De verdad lo crees?". Opta por ignorarlo y decide tomar de una vez por todas la aspirina. Se siente enojado con ellos por haber interrumpido su plática con Taehyung. Sabe que no es lógico ni razonable, pero no puede evitar sentirse así.

– Creo que debemos irnos –Gracias al cielo, Eunwoo ha roto el silencio–. Pediré un taxi.

Hoseok le dice que no es necesario, que él mismo los llevará a donde tengan que ir y Eunwoo, sin esperar alguna opinión de Jungkook, accede. Ambos dejan la habitación y el silencio vuelve a reinar.

– Creo que ya debo regresar a lo mío –anuncia Taehyung, dirigiéndose a la puerta, luego de dedicarle una breve sonrisa–. Ha sido un gusto, Jungkook.

El chico no sabe de dónde ha sacado las fuerzas, pero se ha levantado–. Espero volverte a ver, Taehyung –Un brillo de diversión se apodera de los ojos del chico, pero no dice nada y espera a que Jungkook continúe, expectante de lo que puede venir después–. En otra ocasión, en una situación diferente, claro.

El muro de confianza que Taehyung había construido entre ellos se ha derrumbado. La timidez lo invade y lo congela en el tiempo. Jungkook lo ha notado y no puede evitar sentirse algo contento por esa reacción: ello significa que Taehyung también se siente como él o al menos eso quiere permitirse creer. Las mejillas del chico se han teñido de un color rosa y Jungkook ha tenido que controlarse para no acariciarle una de ellas. Solo espera que tal vez en un futuro pueda hacerlo sin sentirse un intruso.

– Espero que sea así –responde Taehyung en un murmuro, como si deseara que solo Jungkook lo escuche.

Antes de que pueda decir algo más, Taehyung se ha retirado y desaparecido en el pasadizo que dirige hacia el ajetreo de Uranio. Su corazón se siente incompleto.

El chico de la bufanda lila (taekook)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora