02. El artista

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El humo dibuja espirales antes de perderse en las caderas desnudas del joven que posa para Namjoon, el artista, como solían llamarle.

La piel lechosa del modelo se tiñe, poco a poco, del color de la luna, mientras él retiene su belleza en un cuadro de tela de tamaño real.

Para Elisa de Beethoven llena las paredes del estudio cuando Namjoon, con un ligero movimiento de cabeza, da por terminada la sesión. Deja el pequeño taburete y, tras un débil "gracias", se apoya en el escritorio.

Las caricias en su hombro lo obligan a voltearse. El modelo lo recibe con una pasión ardiente en los ojos y, casi imperceptiblemente, deja que la bata de seda que lo cubre termine en el suelo. Sin embargo, Namjoon no logra ver más que una pequeña llama enferma y débil a punto de apagarse. La belleza del modelo no le toca las entrañas. Solo muere ahogada en sus pupilas.

El moreno recoge la bata del suelo y se la entrega al joven que está frente a él. A pesar de la sutileza con la actúa, el chico siente el orgullo caérsele a los pies, pero Namjoon lo reconforta con una mirada llena de comprensión, casi paternal.

Apaga el reproductor y abandona la sala.

Sus músculos se relajan, después de descansar unos minutos en la mecedora del jardín

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Sus músculos se relajan, después de descansar unos minutos en la mecedora del jardín. La mayor parte el tiempo se siente cansado: hasta el simple movimiento que debe realizar para dibujar trazos le resulta endemoniadamente agotador. Odia sentirse así, pero ser consciente de cómo se siente no haría que las cosas cambien. Por lo tanto, había desarrollado la costumbre de beber un poco de vino tinto mientras recuperaba las fuerzas perdidas en la vieja mecedora del jardín. Repetía esta acción, después de cada sesión, con la misma devoción con que su madre asistía a misa los domingos, esperando por un milagro que librase a su hijo de su infortunio.

En esta ocasión, sin embargo, dos o tres copas de vino no habían sido suficientes, ni siquiera Chopin lograba calmar el alboroto de su mente.

Frecuentemente, se sentía como una carga para todo aquel que le rodease. Le tomaba más tiempo que antes realizar los trazos con exactitud y, por ende, más largo era el tiempo que invertía en un retrato e incluso le resultaba agotadora la tarea de ir al almacén por más materiales.

El cuerpo se le va adormeciendo y el ardor en sus mejillas aumenta a medida que el alcohol se adueña de su sistema y burla su visión lógica de la vida. Sin embargo, gracias a los golpes de lucidez que lo atrapan cada cinco segundos, considera que no debe permitirse quedarse en las instalaciones de la universidad en ese estado. Así que, con dificultad, consigue ponerse de pie, pero pronto el piso pierde solidez y tropieza con sus torpes pasos, en un intento de evitar la inminente caída. Sus rodillas chocan contra el suelo y permanece quieto durante unos segundos para recuperar las escazas fuerzas que aún le quedan.

Antes de que lograse ponerse de pie de nuevo, alguien se arrodilla a su lado. Bajo la luz de la luna, él puede ver el imperturbable rostro de Seokjin, el asistente de su profesor y jefe. Sin perder más tiempo, sacando fuerzas de quién sabe dónde, él lo ayuda a levantarse y lo lleva a su auto. Namjoon le entrega las llaves y, antes de tumbarse en el asiento copiloto, le dicta su dirección.

Durante el trayecto, el moreno lo observa. Lo estudia mientras lo ayuda a entrar a casa y lo recuesta en su cama. Seokjin le quita los zapatos y se arrodilla a su altura para que Namjoon pueda verlo mejor. En sus fríos ojos marrones, el artista encuentra un vacío, el mismo vacío que desde hace un tiempo lo recibe en situaciones similares y eso lo reconforta.

Con un poco de esfuerzo, se sienta y lo atrae por el cuello para permitirse perderse en sus labios carnosos. Seokjin lo acepta y no duda en confortarlo con sus hábiles caricias. Pronto están nadando en un mar de roces, besos y caricias. Pronto se están entregando físicamente sin bajar la guardia emocional. Es una unión meramente carnal, se repite mentalmente.

El chico de la bufanda lila (taekook)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora