38. Errores

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El auditorio, en el que la disquera de Chanyeol ofrecería un pequeño evento para promocionar a sus artistas, era bastante agradable. Grandes ventanales ocupaban las paredes y dos candelabros de cristal iluminaban el ambiente. Chanyeol y su equipo realmente se habían esmerado e invertido.

Namjoon se dirige a la segunda planta y, con un vaso de agua en la mano, se tumba en unos de los asientos acolchonados que dan al escenario. Se siente agotado por el tratamiento y por todo lo que ha sucedido con Taehyung. Sigue doliéndole ese final, pero confía en que es lo correcto.

Al cabo de unos veinte minutos y una corta charla con Chanyeol sobre la excelente preparación del evento, las luces se tornan oscuras y, luego de una breve introducción, y la presentación de la disquera y la primera artista, esta última comienza a tocar su primera canción.

No quiere admitirlo, pero estaba ansioso por escuchar a Jungkook, especialmente después de saber que el muchacho ahora mismo tenía a casi toda su familia en contra. No podía culparlos por su preocupación respecto a su elección de carrera. La música no era necesariamente la industria más segura, en todos los sentidos. Sin embargo, cruzar la línea de lo moderado e intentar sabotear una gran oportunidad para el chico era otro cantar. Uno bastante cruel.

Las luces vuelven a tornarse oscuras y, luego de unos segundos, el escenario se tiñe de rojo. Parado, frente a un micrófono, sus ojos logran identificar una silueta conocida. Jungkook, con los ojos cerrados, comienza a cantar a capela y, segundos después, la banda que lo acompaña se le une. Namjoon sigue el ritmo de la canción con las manos. Cierra los ojos para escuchar con atención. Vuelve nuevamente su atención visual hacia Jungkook y se percata de que está concentrado en algo o alguien en el público. Sigue la dirección que recorren los ojos del pelinegro y se encuentra con un grupo de personas ubicadas en un extremo del local. Entre ellos, lo ve. Taehyung. Claro que lo puede reconocer. Sin duda. Ha soñado algunos días con él.

Se pone de pie de golpe y se abre paso hacia las escaleras. Cuando solo unos cuantos pasos lo separaban del castaño, retrocede. Si le había puesto un final a esto, debía ser definitivo. No sería justo para Taehyung. Deshace sus pasos y prácticamente huye en dirección a las escaleras de emergencia que dan al aparcamiento. Sube a su auto y, sintiéndose como un enfermo que toma exactamente aquello que le hace daño -paradójicamente en su caso-, conduce hacia su centro de trabajo.

Estaciona afuera del edificio. Sale del asiento y se recuesta en el auto. Se acomoda el traje y, cuando levanta la vista, ve a Seokjin y él también lo hace. Seokjin. Sabía que esa noche él se encontraría ahí. Debía terminar un proyecto de la empresa y, cuando eso pasaba, uno se veía en la obligación de encerrarse en los estudios.

Seokjin duda un poco, pero termina acercándose.

– Nos encontramos nuevamente.

No exactamente, piensa Namjoon. A pesar de sus esfuerzos mutuos por no cruzarse, habían tenido que lidiar el uno con el otro en distintas ocasiones: reuniones de grupo, trabajos en conjunto, en el ascensor u en otras zonas colectivas como el cafetín. No obstante, en ese momento, el moreno es consciente de cuál era el sentido detrás de aquellas palabras.

– Así parece.

Namjoon no puede evitar sentir que está a punto de cometer un error.

El chico de la bufanda lila (taekook)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora