62. Su-Ji

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Taehyung todavía puede recordar claramente cada gesto de Jungkook. Lo cierto es que, en todo este tiempo, no ha podido apartarlo de su mente, aunque tampoco es que lo haya intentado. Después de aquella conversación, su mente y corazón habían vuelto a estar en paz, y lo que sentía por el pelinegro había dejado de herirle.

Sin embargo, a pesar de sentirse impaciente por verlo otra vez, Taehyung dejó que los días pasaran sin saber nada más de él, nada que no proviniera de redes o radios. Después de todo, Jungkook debía irse al extranjero y él debía continuar con el nuevo ciclo en la universidad.

El castaño ingresa al departamento, apresurándose para dejar las bolsas de compras en la cocina lo más pronto posible; de otro modo, presentía que los dedos de sus manos dejarían de recibir sangre en cualquier segundo.

– Hola, Taehyung –saluda Jimin, sentado en uno de los sofás frente a Su-Ji, la chica que venía saliendo con Yoongi desde hace un buen tiempo.

– Hola, déjame ayudarte –Su-Ji se acerca rápidamente y toma una de las bolsas en sus manos.

– Gracias, pongamos estas cosas en la cocina –responde y la chica asiente animadamente.

Taehyung la acompaña a la cocina, mirando de reojo a Jimin. Está seguro de que lo que sea que haya sido dicho entre ambos no era algo bueno, porque el ambiente se sentía pesado, a pesar de los intentos de Su-Ji por aligerar un poco la tensión que comenzaba a incomodar al castaño.

– ¿Yoongi todavía no ha llegado? –pregunta, mientras ubica las compras en los estantes y la refrigeradora, fingiendo desinterés.

– No, y Su-Ji y yo hemos aprovechado para tener una muy interesante conversación –dice Jimin, sonando un poco lastimero.

Taehyung quiere salir corriendo de ahí. No está listo para más dramas, pero decide que lo mejor es enfocarse en los cartones de leche que debe ubicar en la alacena. Su-Ji, por su parte, está apunto de decir algo, cuando el sonido de las notificaciones de su celular la interrumpen. El castaño ve el alivio que recorre su rostro cuando lee el mensaje que le acaba de llegar y puede adivinar más o menos la razón.

– Yoongi está abajo –menciona, mientras guarda el móvil en su chaqueta–. Ha sido un gusto verte, Taehyung.

– Igualmente, Su-Ji.

La ve recoger una cartera pequeña de color negro del asiento que hace unos minutos estaba ocupando.

– Hasta pronto, Jimin.

– Hasta pronto, Su-Ji.

Cuando la puerta se cierra, Taehyung se atreve a preguntar–. ¿Qué mierda ha sido todo eso?

Jimin se acerca a la cocina, se sienta en la pequeña mesita que funcionaba como comedor y, dejándose caer como si de pronto se sintiese absolutamente agotado, responde–. Le he dicho que Yoongi me gusta, ¿y sabes qué es lo único que me dijo? –El castaño solo se queda en silencio y deja que Jimin continúe con su lloriqueo–. Que lo sentía, Taehyung. Que lo putas sentía. Es que Yoongi, además de imbécil buena gente, también sale con gente samaritana. Así uno no puede competir o jugar sucio. No es justo.

Taehyung lo reconforta con suaves caricias en su espalda–. Te haré un poco de té. Es lo único que puedo ofrecer ahora.

Jimin se incorpora y lo mira con el ceño fruncido– Tae, si no me vas a motivar a hacer cosas turbias, entonces al menos tendrás que verme ser miserable por un momento –El castaño asiente y toma asiento a su costado–. Supongo que está bien, está bien que él sea feliz, aunque no sea conmigo.

– Pues sí –responde Taehyung.

El rubio suspira y, de pronto, se pone pie.

– ¿Sabes qué? Compremos helado y veamos una película –sentencia Jimin, arrojándole el llavero repuesto del departamento–. Hoy quiero llorar.

Taehyung asiente. Él también quiere llorar. Si bien, a diferencia de otras ocasiones, sí sabía en qué estado se encontraba lo suyo con Jungkook, Taehyung tenía ganas de llorar, porque, como Jimin le había hecho notar inconscientemente, Jungkook estaba rehaciendo su vida y siendo feliz con alguien que no era él. Y estaba bien, estaba perfectamente bien, pero eso no significaba que ello no le generara un poco de tristeza.

– Vamos –dijo Taehyung, dejando atrás a Jimin.

Le maldecía mentalmente, porque justo cuando creía que podía mantener sus sentimientos a raya, el rubio había dicho en voz alta aquello que él no se había atrevido a ni siquiera a pensar.

El chico de la bufanda lila (taekook)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora