03. Amor

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El tiempo es una completa mierda con él cuando se trata de llegar temprano a Uranio. Siempre tiene que surgir algo que complica las cosas a último minuto, especialmente en los días en los que Minah asume el rol de encargada de supervisión, como hoy. Su celular había muerto y, en consecuencia, su alarma no había sonado. Así que, como alma que lleva al diablo, el chico de la bufanda lila inicia una carrera contra el tiempo y los dos semáforos que estaban de la avenida principal.

Echa a correr cuando los semáforos cambian a verde, mientras sujeta la bufanda que se iza como una bandera en el campo de batalla. De repente, una señora suelta un chillido que casi le provoca un infarto, si no hubiese estado también ocupada tratando de controlarse.

El chico de la bufanda lila piensa que la muerte se está burlando de él, que lo está engatusando con su atractivo rostro. El corazón se le ha detenido y, por más que su sistema nervioso está hecho un desastre, siente que esa envoltura de la muerte se le hace familiar y lejana a la vez. Lo llama y atrae, como un imán, pero poco a poco ese sentimiento se va perdiendo.

Una vez que las voces de las personas que habían presenciado su encuentro con la muerte lo devuelven a la realidad, maldice por el tiempo que ha perdido. Ignora las preguntas que lo golpean ni bien se mueve y se dirige al paradero para tomar el bus que lo dejaría a unas cuadras de Uranio.

Por una necesidad sin sentido, al menos para él, antes de subir al bus, vuelve a ver el lugar donde la muerte lo saludó y, casi inconscientemente, maldice una vez más. Se siente un poco vacío, un poco más de lo normal.

Un local cálido por fuera, rodeado de flores blancas, se levanta entre los cafés de los costados

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Un local cálido por fuera, rodeado de flores blancas, se levanta entre los cafés de los costados. Se acerca al comienzo de la fila de jóvenes que espera a que las puertas del local se abran y el ambiente de Uranio los embriague. Tras un breve saludo a la gente de seguridad, ingresa por la entrada del personal, que lo dirige hacia un pasillo, lleno de cuadros de caricaturas de los 90s. Cuando el pequeño recorrido culmina, las luces de colores que bañan todo el local se sienten pesadas sobre su piel, pero decide pasarlo por alto y aceptar lo que sea que viniera después.

Minah lo está esperando cerca a la barra, con una mirada llena de frustración, lista para echarle en cara su «total falta de responsabilidad».

El chico de la bufanda lila toma un profundo respiro antes darle un corto saludo cordial a Minah, quien, a cambio de una respuesta, le arroja un paquete y se retira, no sin antes informarle que este contiene el nuevo uniforme que Hoseok, el dueño del club, mandó a hacer para todo el personal, como parte de los ya bastantes cambios que venía implementando en Uranio.

No había logrado encontrarse con su compañero de departamento, puesto que Uranio ya estaba rebalsando, lo que significaba que probablemente solo podría verlo en la barra o, si no tenía suerte, al finalizar la jornada de hoy.

Luego de media hora, la familiar voz de Yoongi lo toma por sorpresa cuando lleva unas bebidas a la mesa 7 y le sonríe, y él piensa que todos merecen ver una sonrisa así al menos una vez en la vida

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Luego de media hora, la familiar voz de Yoongi lo toma por sorpresa cuando lleva unas bebidas a la mesa 7 y le sonríe, y él piensa que todos merecen ver una sonrisa así al menos una vez en la vida. Intercambian unos cuantos chistes para nada graciosos, pero que para ellos son lo máximo y vuelven a lo suyo: recoger copas y botellas vacías, y llevar pedidos y cartas.

Tras entregar una botella de vodka en la mesa 3, se refugia en un hueco del balcón de la segunda planta, que da hacia la pista de baile de la primera.

En esos pequeños momentos en los que podía tomarse el tiempo de observar a la gente mezclarse como colores sin ningún patrón ni propósito en la pista de baile, se preguntaba por qué había aceptado meterse a esto. Entonces, el rostro de Yoongi se dibujaba ante sus ojos y, aunque sus labios se movían formulando palabras que no eran audibles, él recordaba muy bien el mensaje y el corazón se le volvía a encoger como un trocito de papel arrugado.

"De verdad me gustaría verte más seguido aquí". Eso había bastado para que Taehyung decidiese tomar el trabajo.

Se recuesta en la barra del bar para recuperarse. Una lata de cerveza ocupa su visión. Yoongi no se molesta en mirarlo, solo deja que él tome el objeto, mientras piensa en algo que, por su expresión, al parecer, le preocupa. Toma la lata y el frío de esta lo reconforta. No sabe si decir algo o simplemente respetar el silencio del chico que sigue impasible a su lado. Sin embargo, antes de que se decida por una de las opciones, este se adelanta.

– Taehyung, estoy enamorado de Jimin y creo que me va a romper el corazón.

Yoongi lo mira y sonríe, y el chico de la bufanda lila siente que el alma se le va del cuerpo. A pesar de sospechar que ese sería el final entre ambos, había dejado que su corazón se acostumbre a Yoongi y ese había sido un gran error.

El chico de la bufanda lila (taekook)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora