Cuando cumplí trece años, todo era tan extraño. Mamá decía que era común por la pubertad, por otro lado, papá rogaba para que no me pegara tan duro como lo había hecho con Ryner. De ser así, iba a darme en adopción.
Yo realmente quería creer que era por eso. Pero ¿Cómo les explicaba que cada vez que lo veía, cada vez que estaba cerca de mi, en mi estómago se sentía un revuelo, sin sentir vergüenza?
Ray me había encontrado con una sonrisa de boba admirando una foto en donde salíamos ambos. Fue tan vergonzoso que empezara a burlarse de mi diciendo que Jasper me gustaba.
No podía gustarme Jasper.
Por Dios, era mi mejor amigo. Era casi como un hermano para mi.
¿No era así?
Al menos eso era lo que más me hacía sobre pensar las cosas.
Para Jasper, yo era como su hermana. No había forma en la que él se fijara en mi. Por esa razón, todo el tiempo me encontraba renegando y regañándome a mi misma.
Quería que estos sentimientos se fueran, porque veía casi imposible que fueran recíprocos. Por supuesto que, un tiempo después todo eso cambió.
Estábamos en el balcón de su habitación. Siempre salíamos por las noches para acampar ahí... O al menos intentarlo, pues mis padres no me dejaban ir a campamentos ya que eran costosos.
Jas siempre me contaba como le iban en estos y me prometía que cuando fuésemos grandes, él iba a pagarme todos los campamentos para que fuésemos juntos, por mientras, me conformaba con salir y ver las estrellas mientras la brisa nos pegaba en la cara.
—Creo que Lance podría ser un futuro futbolista—Argumentó.
No podía evitar reír levemente cada vez que hablaba, era como si de un día para otro el ecualizador de su garganta se hubiese vuelto un desastre. Después, me encontraba negando en mis adentros al pensar que a pesar de que su voz de repente se escuchara más gruesa y de la nada pareciera un gallo cacareando, él seguía siendo tan lindo.
Mi Jasper. Siempre había sido más alto que yo, o al menos eso decían las fotos que mamá tenía guardadas cuando recién nos habíamos conocido. En ese entonces yo tenía cinco años y él recién había cumplido los seis. Sus ojos oscuros y expresivos me encantaban. Cada vez que sonreía, estos se entrecerraban haciendo una especie de curva dándole un toque precioso a esa sonrisa.
Agh. Pensar de esa forma sobre él me alarmaba bastante. No podía negarlo. Me gustaba Jasper. Me gustaba bastante y a veces simplemente quería gritárselo.
—¿Por qué lo crees?—pregunté, siguiendo su plática.
Ahora que íbamos en diferentes escuelas, pues él había entrado a la secundaria, tenía amigos nuevos. Me agradaban, sin embargo, no me gustaba que todo el tiempo estuviesen poniéndole chicas para que él las conociera.
—Porque él no para de decirlo.—Río.
Estábamos acostados, cada quien en su saco de dormir, por lo que, cuando me acomodé de lado, pude contemplar su perfil. Miraba hacia el cielo y la luna iluminaba su rostro. Volteó a verme, atrapándome. No pude evitar sonrojarme. Realmente me afectaba bastante el tenerlo cerca.
—¿Tú qué quieres ser, flaquita?
Siempre me llamaba así, pues de esa forma me llamaba todo el mundo en mi casa. Pero ahora, me sentía tan afortunada de ser la única chica a la que Jas llamara con un sobrenombre.
Me encogí de hombros.
—No lo sé. Me gustaría ser maestra.
—¿Maestra?
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Alusión
Dla nastolatkówDespués de romper con Jasper, Valentine se da cuenta de lo sola que está. Por esa razón, tras conocer a Lowell y convencerlo de ayudarle a ser la número uno en la lista de chicas más bonitas del instituto, se envuelve en la extraña y misteriosa vida...